MÁRTIRES DE BARBASTRO

Las autoridades de Barbastro (Huesca) estaban del lado de los enemigos de España, lo que equivale decir declararse enemigas acérrimas de la Santa Iglesia Católica. Durante los días del angustioso cautiverio, la canalla marxista dejó muy en claro qué era lo que realmente los movilizaba: “No odiamos vuestras personas. Odiamos vuestra profesión, vuestro hábito negro, vuestra sotana”. En dos palabras: odium fidei.
Si bien fueron días en que el terror y el espanto imprimieron su sello, todos estaban tranquilos. ¡Dios estaba con ellos! Entonces, ¿quién contra ellos? “Todos estaban contentos de sufrir algo por la causa de Dios. Todos perdonaban a sus verdugos y prometían rogar por ellos en el Cielo”, atestiguó el seminarista argentino Pablo Hall Fritz, que fuera liberado junto a su compatriota Atilio Cecilio Parussini Sof el 13 de agosto.





Quien conozca lo ocurrido en esos días de encierro no puede permanecer impávido.
Al ser conducidos a la muerte todos mostraron una fortaleza invencible, manifestadas en los cantos y en las aclamaciones a Cristo Rey y al Inmaculado Corazón de María. La “Salve” y el “Cantemos al Amor de los Amores” eran entonados mientras los conducían a la muerte.
“Christe, morituri te salutant”. Aquellos que iban a morir saludaban al Señor y encontraban en Él la principal razón de su holocausto. Por eso a la indigna y vil propuesta de enrolarse voluntariamente en el ejército rojo, las respuestas fueron contundentes: “¡Nunca como ahora tendremos más seguro el Cielo!” y “¡Preferimos morir por Dios y por España!”.
Los escritos dejados por nuestros héroes nos revelan, asimismo, la caridad que los consumía. Uno de ellos, por ejemplo, dejó escrito: “Con el corazón henchido de alegría santa, espero confiado el momento cumbre de mi vida: el martirio. No se nos ha encontrado ninguna causa política. No se nos ha habido ningún  juicio. Morimos todos contentos por Cristo, por su Iglesia y por la fe de España”. “Queridos padres: muero mártir por Cristo y por la Iglesia. Muero tranquilo cumpliendo mi sagrado deber. Adiós, hasta el cielo”.
Es en una envoltura de un papel de chocolate donde se conservan las últimas palabras de los mártires. Las comienza el Seminarista Faustino Pérez de la siguiente manera: “Agosto, 12 de 1936, en Barbastro. Seis de nuestros compañeros son ya mártires: Pronto esperamos serlo nosotros también. Pero antes queremos hacer constar que morimos perdonando a los que nos quitan la vida y ofreciéndola por la ordenación cristiana del mundo obrero, el reinado definitivo de la Iglesia Católica, por nuestra querida Congregación y por nuestras queridas familias. ¡LA OFRENDA ULTIMA A LA CONGREGACIÓN, DE SUS HIJOS MÁRTIRES! Vive inmortal, Congregación querida. Mientras tengas en las cárceles hijos como los que tienes en Barbastro, no dudes de que tus destinos son eternos. ¡Quisiera haber luchado en tus filas: Bendito sea Dios!”.
He aquí la “Ofrenda última a la Congregación”: ¡Viva Cristo Rey! ¡Viva la Congregación mártir! (F. Pérez), ¡Viva el reinado social de Jesucristo Obrero! (T. Capdevilla Miró), ¡Viva España Católica! (J.M. Ormo), ¡Viva la Pilarica, patrona de mi tierra! (J. Sánchez Munárriz), ¡Viva el Corazón de María! (E. Ripio), ¡Viva el Beato P. Claret! (A. Sorribes), ¡Viva el Corazón de María! (J. Codinachs), ¡Vivan los mártires! (L. Escalé), ¡Viva el obrerismo católico! (J.M. Ros), ¡Viva la Religión Católica! (M. Martínez), Por Dios, luchar hasta morir (M. Massip), Gracias y gloria a Dios, por todas las cosas. (R. Illa), Mi sangre, Jesús mío, por Vos y por las almas (A.M. Calvo), ¡Viva el Ido. Corazón de María! (E. Casadevall), ¡Viva el Corazón de Jesús! (J.M. Amorós), ¡Viva Cataluña Católica! (F.M. Roura), ¡Viva el Ido. Corazón de María! (S. Riera), Offero libenter meum sanguinem pro Ecclesia el Congregatione (J. Echarri), ¡Quiero pasar mi vida de cielo haciendo bien a los obreros! (R. Novich Rubionet), ¡Viva Dios! ¡Nunca pensé ser digno de gracia tan singular! (F. Castán), ¡Viva Jesucristo Rey! (M. Torraz), ¡Viva Cristo Rey! (E. Codina), Perdono a mis enemigos (J. Figuero), Domine, dimitte illis (A. Viela), ¡Vivan Cristo Rey y el Corazón de María! (R. Briega), ¡Viva Barbastro Católico! (M. Buil), Ofrezco mi sangre por la salvación de las almas (J.L. Brandés), ¡Viva el B. P. Claret, apóstol y obrero! (L. Lladó), ¡Viva Jesucristo Redentor!¡Viva el Corazón de María! (J. Brengaret Pujol), Venga a nos el tu reino (T. Ruiz de Larrínaga), ¡Vivan los Sagrados Corazones de Jesús y de María! (J. Baixeras), ¡Señor, hágase en todo tu divina voluntad! (A.M. Dalmau), ¡Muero por la Congregación y por las almas! (J.M. Blasco), ¡Vivan los Sagrados Corazones de Jesús y de María! (J.M. Badía), ¡Vivan los Sagrados Corazones de Jesús y de María! (P. García Bernal), ¿Y qué ideal? Por ti, mi Reina, la sangre dar (S. Pigem), ¡Viva la Congregación! (A. Miquel), ¡Viva el Corazón de María mi Madre y Cristo Rey, mi redentor! ¡Pater, ignosce illis! (L. Masferrer), ¡Viva el Papa y la Acción Católica! (Ortega).  
Sabemos que el testimonio de la sangre reviste un carácter extraordinario. Y por estar revestido de esa naturaleza excepcional queda reservado sólo para algunos; por lo que no sabemos si el Señor nos lo pedirá, aunque en nuestra alma debe estar la disposición a la donación suprema.
Que sean los mártires de Barbastro, cuya solemnidad es el 13 de agosto, los que nos iluminen para que sepamos ser verdaderos discípulos de Cristo Rey. Y si el Señor nos lo pide, saber derramar nuestra sangre por no renegar de nuestra Santa Fe.

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