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La Antigua Alianza no ha sido revocada. Los judíos han mantenido su fe en Dios y deben continuar en su camino: la Iglesia se enriquece con los valores del Judaísmo
El Concilio Vaticano II, en la Declaración Nostra Aetate n.4,
recoge la doctrina siempre reconocida en la Iglesia – y cuyo origen
está en San Pablo – de que el pueblo judío, al final, se convertirá al
Señor: “Según el Apóstol, los Judíos son todavía muy amados de Dios a
causa de sus padres, porque Dios no se arrepiente de sus dones y de su
vocación. La Iglesia, juntamente con los Profetas y el mismo Apóstol
espera el día, que sólo Dios conoce, en que todos los pueblos invocarán
al Señor con una sola voz y ‘le servirán como un solo hombre’ (Soph
3,9)”. Sin embargo, ciertas afirmaciones recientes parecen dar a
entender que el pueblo israelita debe permanecer donde se encuentra… y
surgen las preguntas.
¿Ya no ama Dios al pueblo hebreo? ¿Ya no
quiere su conversión? ¿Se salvan los judíos pretendiendo seguir la Ley
Antigua? ¿Han mantenido la fe en Dios? ¿Los ritos judíos tienen la misma
eficacia salvífica que los sacramentos? ¿Hay dos caminos para la
salvación – la Antigua y la Nueva Alianza? ¿La Iglesia debe aprender de
los judíos? Cuántas más preguntas nos hacemos, corremos el peligro de
enmarañar más la cuestión… Conozcamos la doctrina veinte veces secular
de la Santa Iglesia para así amar de verdad a los judíos y tener las
cosas claras.
Francisco
Enseñanzas del Magisterio
Tabla de contenido
Enseñanzas
I: ¿Sigue vigente la Ley Antigua?
II: Los preceptos de la Ley Antigua en relación a la Ley Nueva
III: ¿Qué implica el amor de Dios al pueblo judío?
IV: ¿Qué dijo San Pablo en el contexto de Rm 11,29?
II: Los preceptos de la Ley Antigua en relación a la Ley Nueva
III: ¿Qué implica el amor de Dios al pueblo judío?
IV: ¿Qué dijo San Pablo en el contexto de Rm 11,29?
I: ¿Sigue vigente la Ley Antigua?
Sagradas Escrituras-Queda derogada la disposición anterior en razón de su incapacidad de conducir a la perfección
-La primera Alianza, imperfecta, fue sustituida por otra
-Cristo declaró abolido el primer régimen para establecer el segundo
-La antigua Alianza era transitoria, residía en la letra que mata y no en el Espíritu
-Las cuestiones de alimento y sábados son sombra de una realidad futura, el Cuerpo de Cristo
Pío XII
-Con la muerte del Redentor, la Nueva sucedió a la Ley Antigua, que sería enterrada y resultaría mortífera
Concilio de Florencia (XVII Ecuménico)
-Las legalidades mosaicas no pueden guardarse sin pérdida de la salvación eterna
Benedicto XIV
-Constituye pecado la observancia de las ya derogadas ceremonias de la Ley Mosaica.
II: Los preceptos de la Ley Antigua en relación a la Ley Nueva
Santo Tomás de Aquino-La Ley Antigua poseía tres géneros de preceptos: morales, ceremoniales y judiciales.
-Los preceptos morales: partes de los preceptos del Decálogo
-Los preceptos ceremoniales: pertenecen al culto de Dios
-Los preceptos ceremoniales no podían purificar del pecado porque no encerraban en sí la gracia
-Los preceptos ceremoniales debieron desaparecer para instituir las ceremonias de la Ley Nueva
-Es pecado mortal observar los ritos antiguos después de la Pasión de Cristo
-Los preceptos judiciales, que regulan las relaciones humanas en el pueblo hebreo, cesaron con la venida de Cristo
-Cristo cumplió la Ley, y la perfeccionó con obras y doctrina; y dio la gracia para cumplir la Ley.
-La Ley Nueva perfecciona la Ley Antigua
San Agustín
-Cristo cambió los antiguos signos, dándoles plenitud – de modo que son distintos los que anunciaban que había venido Cristo de los que profetizaban que iba a venir
III: ¿Qué implica el amor de Dios al pueblo judío?
Sagradas Escrituras-Todo el pueblo de Israel debe reconocer a Jesús como Señor y Mesías
-Jesús, el Mesías destinado a los herederos de los profetas y de la Alianza
-La Ley recibida por intermedio de los ángeles no fue cumplida
-Un velo cubre su inteligencia siempre que leen a Moisés – hasta que se convierten al Señor
Catecismo de la Iglesia Católica
-Es una necedad y agravio a Dios no poner los ojos totalmente en Cristo
Concilio de Florencia (XVII Ecuménico)
-Nadie, ni siquiera los judíos, puede salvarse fuera de la Iglesia
San Agustín
-Cesado el sacrificio antiguo en Jerusalén, en todo lugar se ofrece el sacrificio nuevo
-Cuando los judíos se acerquen a Cristo ya no serán abandonados
-Se debe invitar a los judíos a la conversión con amor, resistiendo continuarán pecadores
San Juan Crisóstomo
-Los judíos serán perdonados ni por la circuncisión ni por otras normas, sino sólo por el Bautismo
-Amados en atención a sus padres, la virtud de éstos les es inútil, si no creen
Catecismo de la Iglesia Católica
-La venida final de Cristo se vincula al reconocimiento del Mesías por todo Israel, del que una parte está endurecida en la incredulidad
San Bernardo
-No se debe perseguir a los judíos, pero el que muere permanece en la muerte.
-Se debe pretender la conversión de los judíos
Santo Tomás de Aquino
-En la observancia de los ritos judíos, un testimonio de nuestra fe
IV: ¿Qué dijo realmente San Pablo en el contexto de Rm 11,29?
Sagradas Escrituras-No cumplieron la ley por recurrir a las obras y no a la fe
-Un celo mal entendido, afirmar la propia justicia sin someterse a Dios
-El endurecimiento de una parte de Israel durará hasta que haya entrado la totalidad de los paganos, mientras tanto continúan enemigos de Dios
Sobre la Carta a los Romanos: Santo Tomás de Aquino
-La obcecación de los Judíos fue permitida para bien de los gentiles
-La misericordia con los judíos se dará en virtud de la Nueva Alianza
-La enemistad de los judíos hacia el Evangelio redundó en la difusión del mismo
-Los judíos conseguirán misericordia en función de las promesas hechas a sus padres
-Dios quiere que por su misericordia todos se salven
Enseñanzas
I: ¿Sigue vigente la Ley Antigua?II: Los preceptos de la Ley Antigua en relación a la Ley Nueva
III: ¿Qué implica el amor de Dios al pueblo judío?
IV: ¿Qué dijo San Pablo en el contexto de Rm 11,29?
I: ¿Sigue vigente la Ley Antigua?
Sagradas Escrituras
-
Queda derogada la disposición anterior en razón de su incapacidad de conducir a la perfección
Porque el cambio de
sacerdocio implica necesariamente un cambio de Ley. [..] De él se ha
atestiguado: ‘Tú eres sacerdote para siempre, según el orden de
Melquisedec.’ De esta manera queda derogada la disposición anterior, en razón de su ineficacia e inutilidad–ya que la Ley es incapaz de conducir a la perfección– y se introduce una esperanza mejor, que nos permite acercarnos a Dios. (Heb 7, 12.17-19)
-
La primera Alianza, imperfecta, fue sustituida por otra
Pero ahora, Cristo ha recibido un ministerio muy superior, porque es el mediador de una Alianza más excelente, fundada sobre promesas mejores. Porque si esta primera Alianza hubiera sido perfecta, no habría sido necesario sustituirla por otra. En cambio, Dios hizo al pueblo este reproche: ‘Llegarán los días –dice el Señor– en que haré una Nueva Alianza con la casa de Israel y la casa de Judá, No como aquella que hice con sus padres el día en que los tomé de la mano para sacarlos de Egipto. Ya que ellos no permanecieron fieles a mi Alianza, yo me despreocupé de ellos’ –dice el Señor–: […] Al hablar de una Nueva Alianza, Dios declara anticuada la primera, y lo que es viejo y anticuado está a punto de desaparecer. (Heb 8, 6-9.13)
-
Cristo declaró abolido el primer régimen para establecer el segundo
La Ley, en efecto –al
no tener más que la sombra de los bienes futuros y no la misma realidad
de las cosas– con los sacrificios repetidos año tras año en forma
ininterrumpida, es incapaz de perfeccionar a aquellos que se acercan a
Dios. De lo contrario, no se hubieran ofrecido más esos sacrificios,
porque los que participan de ellos, al quedar purificados una vez para
siempre, ya no tendrían conciencia de ningún pecado. En cambio, estos
sacrificios renuevan cada año el recuerdo del pecado, porque es
imposible que la sangre de toros y chivos quite los pecados. Por eso,
Cristo, al entrar en el mundo, dijo: ‘Tú no has querido sacrificio ni oblación; en cambio, me has dado un cuerpo. No has mirado con agrado los holocaustos ni los sacrificios expiatorios. Entonces dije: ‘Aquí estoy, yo vengo–como está escrito de mí en el libro de la Ley–para hacer, Dios, tu voluntad’.
El comienza diciendo: ‘Tú no has querido ni has mirado con agrado los
sacrificios, los holocaustos, ni los sacrificios expiatorio’, a pesar de
que están prescritos por la Ley. Y luego añade: ‘Aquí estoy, yo vengo para hacer tu voluntad’. Así declara abolido el primer régimen para establecer el segundo. (Heb 10, 1-9)
-
La antigua Alianza era transitoria, residía en la letra que mata y no en el Espíritu
Él nos ha capacitado para que seamos los ministros de una Nueva Alianza, que no reside en la letra, sino en el Espíritu; porque la letra mata, pero el Espíritu da vida.
Ahora bien, si el ministerio que lleva a la muerte –grabado sobre
piedras– fue inaugurado con tanta gloria que los israelitas no podían
fijar sus ojos en el rostro de Moisés, por el resplandor –aunque
pasajero– de ese rostro, ¡cuánto más glorioso será el ministerio del
Espíritu! Y si el ministerio que llevaba a la condenación fue tan
glorioso, ¡cuál no será la gloria del ministerio que conduce a la
justicia! En realidad, aquello que fue glorioso bajo cierto aspecto ya
no lo es más en comparación con esta gloria extraordinaria. Porque si lo que era transitorio se ha manifestado con tanta gloria, ¡cuánto más glorioso será lo que es permanente! (2Co 3, 6-11)
-
Las cuestiones de alimento y sábados son sombra de una realidad futura, el Cuerpo de Cristo
Por eso, que nadie los critique por cuestiones de alimento y de bebida, o de días festivos, de novilunios y de sábados. Todas esas cosas no son más que la sombra de una realidad futura, que es el Cuerpo de Cristo. (2Col,16-17)
Pío XII
-
Con la muerte del Redentor, la Nueva sucedió a la Ley Antigua, que sería enterrada y resultaría mortífera
Y, en primer lugar, con la muerte del Redentor, a la Ley Antigua abolida sucedió el Nuevo Testamento;
entonces en la sangre de Jesucristo, y para todo el mundo, fue
sancionada la Ley de Cristo con sus misterios, leyes, instituciones y
ritos sagrados. Porque, mientras nuestro Divino Salvador predicaba en un
reducido territorio -pues no había sido enviado sino a las ovejas que
habían perecido de la casa de Israel (Mt 15, 24) – tenían valor,
contemporáneamente, la Ley y el Evangelio (S.T. I-II, q.103, a.3, ad 2);
pero en el patíbulo de su muerte Jesús abolió la Ley con sus decretos (cf. Ef 2,15), clavó en la Cruz la escritura del Antiguo Testamento (cf. Col 2,14), y constituyó el Nuevo en su sangre, derramada por todo el género humano (cf. Mt 26,28; 1Co 11, 25). Pues, como dice San León Magno, hablando de la Cruz del Señor: ‘De tal manera en aquel momento se realizó un paso tan evidente de la Ley al Evangelio, de la Sinagoga a la Iglesia, de lo muchos sacrificios a una sola hostia, que, al exhalar su espíritu el Señor, se rasgó inmediatamente de arriba abajo aquel velo místico que cubría a las miradas el secreto sagrado del templo’ (León Magno, Sermón 68, 3 – PL 54, 374). En la Cruz, pues, murió la Ley Vieja, que en breve había de ser enterrada y resultaría mortífera, para dar paso al Nuevo Testamento, del cual Cristo había elegido como idóneos ministros a los Apóstoles (2Co 3,6). (Encíclica Mystici Corporis Christi, 29 de junio de 1846)
Concilio de Florencia (XVII Ecuménico)-
Las legalidades mosaicas no pueden guardarse sin pérdida de la salvación eterna
[La sacrosanta Iglesia Romana, fundada por la palabra del Señor y Salvador nuestro] firmemente cree, profesa y enseña que las
legalidades del Antiguo Testamento, o sea, de la Ley de Moisés, que se
dividen en ceremonias, objetos sagrados, sacrificios y sacramentos, como
quiera que fueron instituidas en gracia de significar algo por venir,
aunque en aquella edad eran convenientes para el culto divino, cesaron
una vez venido nuestro Señor Jesucristo, quien por ellas fue
significado, y empezaron los sacramentos del Nuevo Testamento. Y que mortalmente
peca quienquiera ponga en las observancias legales su esperanza después
de la pasión, y se someta a ellas, como necesarias a la salvación,
como si la fe de Cristo no pudiera salvarnos sin ellas. No niega, sin
embargo, que desde la pasión de Cristo hasta la promulgación del
Evangelio, no pudiesen guardarse, a condición, sin embargo, de que no se
creyesen en modo alguno necesarias para la salvación; pero después de promulgado el Evangelio, afirma que, sin pérdida de la salvación eterna, no pueden guardarse. Denuncia
consiguientemente como ajenos a la fe de Cristo a todos los que,
después de aquel tiempo, observan la circuncisión y el sábado y guardan
las demás prescripciones legales y que en modo alguno pueden ser
participes de la salvación eterna, a no ser que un día se arrepientan de
esos errores. (Denzinger-Hünermann 1348. Concilio de Florencia, Decreto para los Jacobitas, 4 de febrero de 1442)
Benedicto XIV
-
Constituye pecado la observancia de las ya derogadas ceremonias de la Ley Mosaica
La primera consideración es que las
ceremonias de la Ley Mosaica fueron derogadas por la venida de Cristo y
que ya no pueden ser observadas sin pecado después de la promulgación
del Evangelio. Por lo tanto, la distinción entre comidas puras e
impuras proclamada por la Antigua Ley pertenece al los preceptos
ceremoniales: esto es suficiente para que se pueda sostener
correctamente que aquélla ya no existe y que no es admisible una
discriminación entre los alimentos. (Benedicto XIV, Encíclica Ex quo primum, n.61, 1 de marzo de 1756)
II: Los preceptos de la Ley Antigua en relación a la Ley Nueva
Santo Tomás de Aquino
-
La Ley Antigua poseía tres géneros de preceptos: morales, ceremoniales y judiciales
Conforme a esto, debemos poner en la Ley tres géneros de preceptos: los morales, que son los dictámenes de la ley natural; los ceremoniales, que son las determinaciones sobre el culto divino, y los judiciales,
o sea, las determinaciones de la justicia que entre los hombres se ha
de observar. Por donde el Apóstol, después de afirmar que ‘la ley es
santa’, añade que ‘el mandato es justo, y bueno, y santo’. Lo justo mira
a los preceptos judiciales; lo santo, a los ceremoniales, pues santo se
dice cuanto está a Dios consagrado; lo bueno, esto es, lo honesto, mira
a los morales. (Santo Tomás de Aquino, S.Th. I-II, q.99, a.4, co.)
-
Los preceptos morales: partes de los preceptos del Decálogo
Los preceptos morales se distinguen de los ceremoniales y judiciales. Los morales versan directamente sobre las buenas costumbres (Santo Tomás de Aquino, S.Th. I-II, q.100, a.1, co.)
Los preceptos [morales] de la Ley son partes de los preceptos del Decálogo (Santo Tomás de Aquino, S.Th. I-II, q.100, a.2, s.c.)
Los preceptos [morales] de la Ley son partes de los preceptos del Decálogo (Santo Tomás de Aquino, S.Th. I-II, q.100, a.2, s.c.)
-
Los preceptos ceremoniales: pertenecen al culto de Dios
Los preceptos ceremoniales
determinan el sentido de los morales en lo que dice relación con Dios,
como los judiciales determinan el de los preceptos morales en lo que
mira a las relaciones con el prójimo. Pero el hombre se ordena a Dios
por el debido culto, y así los preceptos ceremoniales, propiamente
hablando, son los que pertenecen al culto de Dios. (Santo Tomás de Aquino, S.Th. I-II, q.101, a.1, co.)
-
Los preceptos ceremoniales no podían purificar del pecado porque no encerraban en sí la gracia
La impureza de la mente, que es la impureza del pecado, no tenían virtud de limpiarla las ceremonias de la ley,
porque la expiación de los pecados nunca se pudo hacer sino por Cristo,
‘que quita los pecados del mundo’, como se dice en Jn 1,29. […] No podían purificar del pecado,
como el Apóstol dice en Heb 10,4: ‘Imposible era con la sangre de los
toros o de los machos cabríos quitar los pecados.’ Por esto el Apóstol
llama a estas ceremonias en Gál 4,9 elementos pobres y flacos: flacos, porque no pueden limpiar del pecado. Pero esta flaqueza les viene de su pobreza, porque no encierran en sí la gracia. […] Así pues, está claro que las ceremonias de la ley no tenían virtud de justificar. (Santo Tomás de Aquino, S.Th. I-II, q.103, a.2, co.)
-
Los preceptos ceremoniales debieron desaparecer para instituir las ceremonias de la Ley Nueva
El culto
exterior debe estar en armonía con el interior, que consiste en la fe,
la esperanza y la caridad. Luego, según la diversidad del culto
interior, debe variar el exterior. Podemos distinguir tres grados en el
culto interior: el primero, en que se tiene la
fe y la esperanza de los bienes celestiales y de aquellos que nos
introducen en estos bienes, como de cosas futuras; y tal fue el estado de la fe y de la esperanza en el Viejo Testamento. El segundo es aquel en que tenemos la fe y la esperanza de los bienes celestiales como de cosas futuras; pero de las cosas que nos introducen en aquellos bienes las tenemos como de cosas presentes o pasadas, y éste es el estado de la Ley Nueva. El tercer estado es aquel en que unas y otras son ya presentes y nada de lo que se cree es ausente ni se espera para el futuro, y éste es el estado de los bienaventurados.
En este estado de los bienaventurados, nada habrá figurativo de cuanto
pertenece al culto divino; todo será acción de gracias y voces de
alabanza (Is 51,3); por lo cual se dice en el Apocalipsis (21,22) que en
la ciudad de los bienaventurados no se ve templo; porque el Señor Dios
omnipotente es su templo junto al Cordero. Pero, por la misma razón, las
ceremonias del primer estado, figurativo del segundo y del tercero,
llegado el segundo estado, debieron desaparecer, para instituir otras
ceremonias que se armonizasen con el estado del culto divino en aquel
tiempo en que los bienes celestiales son futuros, pero los beneficios de
Dios, que nos introducen en el cielo, son presentes.
El misterio de la redención del género humano se consumó en la pasión de Cristo. Por esto dijo el Señor: ‘Acabado es’, según leemos en Jn 19,30, y entonces debieron cesar totalmente los ritos legales, como que ya estaba consumada su razón de ser. En señal de esto se lee que se rasgó el velo del templo (Mt 27,51). (Santo Tomás de Aquino, S.Th. I-II, q.103, a.3, co./ad2)
El misterio de la redención del género humano se consumó en la pasión de Cristo. Por esto dijo el Señor: ‘Acabado es’, según leemos en Jn 19,30, y entonces debieron cesar totalmente los ritos legales, como que ya estaba consumada su razón de ser. En señal de esto se lee que se rasgó el velo del templo (Mt 27,51). (Santo Tomás de Aquino, S.Th. I-II, q.103, a.3, co./ad2)
-
Es pecado mortal observar los ritos antiguos después de la Pasión de Cristo
Está la sentencia del
Apóstol, que dice a los Gálatas 5,2: ‘Si os circuncidáis, Cristo no os
aprovechará de nada.’ Pero nada excluye el fruto de la redención de
Cristo, fuera del pecado mortal; luego el circuncidarse y observar los otros ritos legales después de la pasión de Cristo es pecado mortal.
Son las ceremonias otras tantas profesiones de la fe, en qué consiste el culto interior; y tal es la profesión que el hombre hace con las obras cual es la que hace con las palabras. Y, si en una y otra profesa el hombre alguna falsedad, peca mortalmente. Y, aunque sea una misma la fe que los antiguos patriarcas tenían de Cristo y la que nosotros tenemos, como ellos precedieron a Cristo y nosotros le seguimos, la misma fe debe declararse con diversas palabras por ellos y por nosotros, pues ellos decían: ‘He aquí que la virgen concebirá y parirá un hijo,’ que es expresión de tiempo futuro; mientras que nosotros expresamos la misma fe por palabras de tiempo pasado: que la Virgen ‘concibió y parió.’ De igual modo las ceremonias antiguas significaban a Cristo, que nacería y padecería; pero nuestros sacramentos lo significan como nacido y muerto. Y como pecaría quien ahora hiciera profesión de su fe diciendo que Cristo había de nacer, lo que los antiguos con piedad y verdad decían, así pecaría mortalmente el que ahora observase los ritos que los antiguos patriarcas observaban piadosa y fielmente. Esto es lo que dice San Agustín en Contra Faustum: ‘Ya no se promete que nacerá Cristo, que padecerá, que resucitará, como los antiguos ritos pregonaban; ahora se anuncia que nació, que padeció, que resucitó, y esto es lo que pregonan los sacramentos que practican los cristianos.’ (Santo Tomás de Aquino, S.Th. I-II, q.103, a.4, s.c./co.)
Son las ceremonias otras tantas profesiones de la fe, en qué consiste el culto interior; y tal es la profesión que el hombre hace con las obras cual es la que hace con las palabras. Y, si en una y otra profesa el hombre alguna falsedad, peca mortalmente. Y, aunque sea una misma la fe que los antiguos patriarcas tenían de Cristo y la que nosotros tenemos, como ellos precedieron a Cristo y nosotros le seguimos, la misma fe debe declararse con diversas palabras por ellos y por nosotros, pues ellos decían: ‘He aquí que la virgen concebirá y parirá un hijo,’ que es expresión de tiempo futuro; mientras que nosotros expresamos la misma fe por palabras de tiempo pasado: que la Virgen ‘concibió y parió.’ De igual modo las ceremonias antiguas significaban a Cristo, que nacería y padecería; pero nuestros sacramentos lo significan como nacido y muerto. Y como pecaría quien ahora hiciera profesión de su fe diciendo que Cristo había de nacer, lo que los antiguos con piedad y verdad decían, así pecaría mortalmente el que ahora observase los ritos que los antiguos patriarcas observaban piadosa y fielmente. Esto es lo que dice San Agustín en Contra Faustum: ‘Ya no se promete que nacerá Cristo, que padecerá, que resucitará, como los antiguos ritos pregonaban; ahora se anuncia que nació, que padeció, que resucitó, y esto es lo que pregonan los sacramentos que practican los cristianos.’ (Santo Tomás de Aquino, S.Th. I-II, q.103, a.4, s.c./co.)
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Los preceptos judiciales, que regulan las relaciones humanas en el pueblo hebreo, cesaron con la venida de Cristo
Los preceptos judiciales – estos preceptos implican, pues, un doble concepto: que miran a regular las relaciones de los hombres y que no tienen fuerza de obligar de sola la razón, sino de institución divina o humana (S.Th. I-II, q.104, a.1, co.)
Los preceptos
judiciales no tuvieron valor perpetuo y cesaron con la venida de Cristo.
Pero de diferente manera que los ceremoniales. Porque éstos de tal
suerte fueron abrogados que no sólo son cosa muerta, sino mortífera
para quienes los observan después de Cristo, y más después de divulgado
el Evangelio. Los preceptos judiciales están muertos, porque no tienen
fuerza de obligar; pero no son mortíferos, y si un príncipe
ordenase en su reino la observancia de aquellos preceptos, no pecaría,
como no fuera que los observasen o impusiesen su observancia
considerándolos como obligatorios en virtud de la institución de la ley
antigua. Tal intención en la observación de estos preceptos sería
mortífera. (Santo Tomás de Aquino, S.Th. I-II, q.104, a.3, co.)
-
Cristo cumplió la Ley, y la perfeccionó con obras y doctrina; y dio la gracia para cumplir la Ley
Dice el Señor
(Mt 5,17): ‘No he venido a anular la ley, sino a cumplirla; y después
añade (Mt 5,18): ‘Ni una ‘jota’ o ápice pasará de la ley hasta que todo
se cumpla.’
Todo lo perfecto suple lo que a lo imperfecto falta; y, según esto, la Ley Nueva perfecciona a la antigua en cuanto suple lo que faltaba a la Antigua. En la Antigua Ley pueden considerarse dos cosas: el fin y los preceptos contenidos en ella. […] El fin de la Antigua Ley era la justificación de los hombres, lo cual la ley no podía llevar a cabo, y sólo la representaba con ciertas ceremonias, y con palabras la prometía. En cuanto a esto, la Ley Nueva perfecciona a la Antigua justificando por la virtud de la pasión de Cristo. Esto es lo que da el Apóstol a entender cuando dice en Rom 8,3: ‘Lo que era imposible a la ley, Dios, enviando a su Hijo en la semejanza de la carne del pecado, condenó al pecado en la carne, para que se cumpliese en nosotros la justificación de la ley.’ Y, en cuanto a esto, la Nueva Ley realiza lo que la Antigua prometía, según aquello de 2 Cor 1,20: ‘Cuantas son las promesas de Dios, están en él,’ esto es, en Cristo. Y, asimismo, en esto también realiza lo que la Antigua Ley representaba. Por lo cual, en Col 2,17, se dice de los preceptos ceremoniales que eran ‘sombra de las cosas futuras, pero la realidad es Cristo;’ esto es, la verdad pertenece a Cristo. Y por eso la Ley Nueva se llama ‘ley de verdad,’ mientras que la Antigua es ‘ley de sombra o figura’. Ahora bien, Cristo perfeccionó los preceptos de la Antigua Ley con la obra y con la doctrina; con la obra, porque quiso ser circuncidado y observar las otras cosas que debían observarse en aquel tiempo, según aquello de Gal 4,4: ‘Hecho bajo la ley.’ Con su doctrina perfeccionó los preceptos de la Ley de tres maneras: en primer lugar, declarando el verdadero sentido de la ley, como consta en el homicidio y adulterio, en cuya prohibición los escribas y fariseos no entendían prohibido sino el acto exterior; por lo cual el Señor perfeccionó la Ley enseñando que también caían bajo la prohibición los actos interiores de los pecados (Mt 5,20). En segundo lugar, el Señor perfeccionó los preceptos de la Ley ordenando el modo de observar con mayor seguridad lo que había mandado la Antigua Ley. Por ejemplo: estaba mandado que nadie perjurase, lo cual se observará mejor si el hombre se abstiene totalmente del juramento, a no ser en caso de necesidad (Mt 5,33). En tercer lugar, perfeccionó el Señor los preceptos de la Ley añadiendo ciertos consejos de perfección, como aparece por Mt 19,21 en la respuesta al que dijo que había cumplido los preceptos de la Ley Antigua: ‘Aún te falta una cosa; si quieres ser perfecto, vende todo lo que tienes,’ etc. (cf. Mc 10,21; Lc 18,22). (Santo Tomás de Aquino, S.Th. I-II, q.107, a.2, s.c./co.)
Todo lo perfecto suple lo que a lo imperfecto falta; y, según esto, la Ley Nueva perfecciona a la antigua en cuanto suple lo que faltaba a la Antigua. En la Antigua Ley pueden considerarse dos cosas: el fin y los preceptos contenidos en ella. […] El fin de la Antigua Ley era la justificación de los hombres, lo cual la ley no podía llevar a cabo, y sólo la representaba con ciertas ceremonias, y con palabras la prometía. En cuanto a esto, la Ley Nueva perfecciona a la Antigua justificando por la virtud de la pasión de Cristo. Esto es lo que da el Apóstol a entender cuando dice en Rom 8,3: ‘Lo que era imposible a la ley, Dios, enviando a su Hijo en la semejanza de la carne del pecado, condenó al pecado en la carne, para que se cumpliese en nosotros la justificación de la ley.’ Y, en cuanto a esto, la Nueva Ley realiza lo que la Antigua prometía, según aquello de 2 Cor 1,20: ‘Cuantas son las promesas de Dios, están en él,’ esto es, en Cristo. Y, asimismo, en esto también realiza lo que la Antigua Ley representaba. Por lo cual, en Col 2,17, se dice de los preceptos ceremoniales que eran ‘sombra de las cosas futuras, pero la realidad es Cristo;’ esto es, la verdad pertenece a Cristo. Y por eso la Ley Nueva se llama ‘ley de verdad,’ mientras que la Antigua es ‘ley de sombra o figura’. Ahora bien, Cristo perfeccionó los preceptos de la Antigua Ley con la obra y con la doctrina; con la obra, porque quiso ser circuncidado y observar las otras cosas que debían observarse en aquel tiempo, según aquello de Gal 4,4: ‘Hecho bajo la ley.’ Con su doctrina perfeccionó los preceptos de la Ley de tres maneras: en primer lugar, declarando el verdadero sentido de la ley, como consta en el homicidio y adulterio, en cuya prohibición los escribas y fariseos no entendían prohibido sino el acto exterior; por lo cual el Señor perfeccionó la Ley enseñando que también caían bajo la prohibición los actos interiores de los pecados (Mt 5,20). En segundo lugar, el Señor perfeccionó los preceptos de la Ley ordenando el modo de observar con mayor seguridad lo que había mandado la Antigua Ley. Por ejemplo: estaba mandado que nadie perjurase, lo cual se observará mejor si el hombre se abstiene totalmente del juramento, a no ser en caso de necesidad (Mt 5,33). En tercer lugar, perfeccionó el Señor los preceptos de la Ley añadiendo ciertos consejos de perfección, como aparece por Mt 19,21 en la respuesta al que dijo que había cumplido los preceptos de la Ley Antigua: ‘Aún te falta una cosa; si quieres ser perfecto, vende todo lo que tienes,’ etc. (cf. Mc 10,21; Lc 18,22). (Santo Tomás de Aquino, S.Th. I-II, q.107, a.2, s.c./co.)
-
La Ley Nueva perfecciona la Ley Antigua
Toda ley ordena la vida humana a la consecución de un fin. […] Así pues, se pueden distinguir dos leyes: de un modo, en cuanto son totalmente diversas, como ordenadas a diversos fines. […] De otro modo pueden diferenciarse dos leyes, en cuanto que la una mira más de cerca el fin y la otra lo mira más de lejos. […] Así pues, hay que decir que del
primer modo la Ley Nueva no es distinta de la Antigua, pues ambas
tienen un mismo fin, a saber: someter a los hombres a Dios.
Ahora bien, uno mismo es el Dios del Nuevo y del Antiguo Testamento,
según aquello de Rom 3,30: ‘Uno mismo es el Dios que justifica la
circuncisión por la fe y el prepucio mediante la fe.’ De otro modo, la Ley Nueva es diferente de la Antigua, porque la Antigua es como un ayo de niños, según el Apóstol dice (Gal 3,24); en cambio, la Nueva es ley de perfección, porque es ley de caridad, y de ésta dice el Apóstol en Col 3,14 que es ‘vínculo de perfección’.
Todas las diferencias señaladas entre la Nueva y la Antigua Ley están tomadas de su perfección o imperfección, pues los preceptos de la ley se dan acerca de los actos de las virtudes. […] Por esto la Ley Antigua, que se daba a los imperfectos, esto es, a los que no habían conseguido aún la gracia espiritual, se llamaba ‘ley de temor’, en cuanto que inducía a la observancia de los preceptos mediante la conminación de ciertas penas. De ella se dice que tenía también ciertas promesas temporales. En cambio, los que tienen el hábito de la virtud se inclinan a obrar los actos de virtud por amor de ésta, no por alguna pena o remuneración extrínseca. Por eso la Ley Nueva, que principalmente consiste en la misma gracia infundida en los corazones, se llama ‘ley de amor’, y se dice que tiene promesas espirituales y eternas, las cuales son objeto de la virtud, principalmente de la caridad; y por sí mismos se inclinan a ellas, no como cosas extrañas, sino como propias. Por eso también se dice que la Ley Antigua ‘cohibía la mano y no el ánimo,’ pues el que por temor del castigo se abstiene de algún pecado, no se aparta totalmente del pecado con la voluntad, como se aparta el que por amor de la justicia se abstiene del pecado. Por eso se dice que la Ley Nueva, que es la ley del amor, ‘cohíbe el ánimo’. (Santo Tomás de Aquino, S.Th. I-II, q.107, a.1, co./ad 2)
Todas las diferencias señaladas entre la Nueva y la Antigua Ley están tomadas de su perfección o imperfección, pues los preceptos de la ley se dan acerca de los actos de las virtudes. […] Por esto la Ley Antigua, que se daba a los imperfectos, esto es, a los que no habían conseguido aún la gracia espiritual, se llamaba ‘ley de temor’, en cuanto que inducía a la observancia de los preceptos mediante la conminación de ciertas penas. De ella se dice que tenía también ciertas promesas temporales. En cambio, los que tienen el hábito de la virtud se inclinan a obrar los actos de virtud por amor de ésta, no por alguna pena o remuneración extrínseca. Por eso la Ley Nueva, que principalmente consiste en la misma gracia infundida en los corazones, se llama ‘ley de amor’, y se dice que tiene promesas espirituales y eternas, las cuales son objeto de la virtud, principalmente de la caridad; y por sí mismos se inclinan a ellas, no como cosas extrañas, sino como propias. Por eso también se dice que la Ley Antigua ‘cohibía la mano y no el ánimo,’ pues el que por temor del castigo se abstiene de algún pecado, no se aparta totalmente del pecado con la voluntad, como se aparta el que por amor de la justicia se abstiene del pecado. Por eso se dice que la Ley Nueva, que es la ley del amor, ‘cohíbe el ánimo’. (Santo Tomás de Aquino, S.Th. I-II, q.107, a.1, co./ad 2)
San Agustín
-
Cristo cambió los antiguos signos, dándoles plenitud – de modo que son distintos los que anunciaban que había venido Cristo de los que profetizaban que iba a venir
Nos dicen [los judíos]: ‘¿De qué os sirve a vosotros la lectura de la Ley y los Profetas, cuyos preceptos no queréis observar?’
Porque no circuncidamos la carne masculina del prepucio y comemos
carnes que la Ley llama inmundas; no guardamos carnalmente los sábados,
los novilunios y los días festivos; no sacrificamos a Dios con víctimas
de animales ni celebramos la Pascua igualmente con el cordero y los
panes ácimos. Incluso, si algunos otros sacramentos antiguos los
llama en general el Apóstol sombras de las cosas futuras (Col 2,17),
porque significaban en su tiempo lo que iba a revelarse, y que nosotros
recibimos ya revelado para que, removidas las sombras, disfrutemos de su
luz desnuda. Sería demasiado largo disputar de todo esto por
separado: cómo somos circuncidados al desnudar el hombre viejo no con la
expoliación del cuerpo carnal; […] También nuestra Pascua es Cristo, y
nuestro ácimo es la sinceridad de la verdad, que no tiene el fermento de
la vetustez (1Co 5,7-8), y si quedan algunas otras cosas en las que no
hay necesidad de detenerse ahora, las cuales están esbozadas en aquellos
signos antiguos, tienen su cumplimiento en Aquel cuyo reino no tendrá
fin. Ciertamente convenía que todas las causas se cumpliesen en Aquel
que vino no a deshacer la ley y los profetas, sino a dar plenitud (Mt
5,17). Así, pues, no anuló aquellos antiguos signos de las cosas
oponiéndose a ellos, sino que los cambió dándoles plenitud, de modo que
fuesen distintos tanto los que anunciaban que había venido Cristo como
los que profetizaban que iba a venir. (San Agustín – Adversus Iudaeos, n.3-4)
III: ¿Qué implica el amor de Dios al pueblo judío?
Sagradas Escrituras
-
Todo el pueblo de Israel debe reconocer a Jesús como Señor y Mesías
Entonces, Pedro poniéndose de pie con los Once, levantó la voz y dijo: […] ‘Israelitas, escuchen: A Jesús de Nazaret, el hombre que Dios acreditó ante ustedes realizando por su intermedio los milagros, prodigios y signos que todos conocen, a ese hombre que había sido entregado conforme al plan y a la previsión de Dios, ustedes lo hicieron morir, clavándolo en la cruz por medio de los infieles. Pero Dios lo resucitó,
librándolo de las angustias de la muerte, porque no era posible que
ella tuviera dominio sobre él. […] A este Jesús, Dios lo resucitó, y todos nosotros somos testigos.
Exaltado por el poder de Dios, él recibió del Padre el Espíritu Santo
prometido, y lo ha comunicado como ustedes ven y oyen. […]. Por
eso, todo el pueblo de Israel debe reconocer que a ese Jesús que ustedes
crucificaron, Dios lo ha hecho Señor y Mesías’. Al oír estas cosas,
todos se conmovieron profundamente, y dijeron a Pedro y a los otros
Apóstoles: ‘Hermanos, ¿qué debemos hacer?’. Pedro les respondió:
‘Conviértanse y háganse bautizar en el nombre de Jesucristo para que les
sean perdonados los pecados, y así recibirán el don del Espíritu Santo.
Porque la promesa ha sido hecha a ustedes y a sus hijos, y a todos
aquellos que están lejos: a cuantos el Señor, nuestro Dios, quiera
llamar’. (Hechos 2, 14.22-24.32.36-39)
-
Jesús, el Mesías destinado a los herederos de los profetas y de la Alianza
Pedro dijo al pueblo: ‘Israelitas,
¿de qué se asombran? […] El Dios de Abraham, de Isaac y de Jacob, el
Dios de nuestros padres, glorificó a su servidor Jesús, a quien ustedes
entregaron, renegando de él delante de Pilato, cuando este había
resuelto ponerlo en libertad. […] Por lo tanto, hagan penitencia
y conviértanse, para que sus pecados sean perdonados. Así el Señor les
concederá el tiempo del consuelo y enviará a Jesús, el Mesías destinado
para ustedes. El debe permanecer en el cielo hasta el momento de la restauración universal, que Dios anunció antiguamente por medio de sus santos profetas. Moisés,
en efecto, dijo: ‘El Señor Dios suscitará para ustedes, de entre sus
hermanos, un profeta semejante a mí, y ustedes obedecerán a todo lo que
él les diga. El que no escuche a ese profeta será excluido del pueblo.’ Y todos los profetas que ha hablado a partir de Samuel, anunciaron también estos días. Ustedes
son los herederos de los profetas y de la Alianza que Dios hizo con sus
antepasados, cuando dijo a Abraham: ‘En tu descendencia serán
bendecidos todos los pueblos de la tierra’. Ante todo para ustedes Dios
resucitó a su Servidor, y lo envió para bendecirlos y para que cada uno
se aparte de sus iniquidades’. (Hechos 3, 12.13.19-26)
-
La Ley recibida por intermedio de los ángeles no fue cumplida
Esteban respondió [al Sumo Sacerdote]: ‘Hermanos y padres, escuchen: […] Y este mismo Moisés dijo a los israelitas: Dios suscitará de entre ustedes un profeta semejante a mí.
Y cuando el pueblo estaba congregado en el desierto, él hizo de
intermediario en el monte Sinaí, entre el ángel que le habló y nuestros
padres, y recibió las palabras de vida que luego nos comunicó. Pero nuestros padres no sólo se negaron a obedecerle, sino que lo rechazaron y, sintiendo una gran nostalgia por Egipto, dijeron a Aarón: ‘Fabrícanos dioses […] ¡Hombres
rebeldes, paganos de corazón y cerrados a la verdad! Ustedes siempre
resisten al Espíritu Santo y son iguales a sus padres. ¿Hubo algún
profeta a quien ellos no persiguieran? Mataron a los que anunciaban la venida del Justo, el mismo que acaba de ser traicionado y asesinado por ustedes, los que recibieron la Ley por intermedio de los ángeles y no la cumplieron’. (Hechos 7, 2.37-41.51-53)
-
Un velo cubre su inteligencia siempre que leen a Moisés – hasta que se convierten al Señor
Animados con esta
esperanza, nos comportamos con absoluta franqueza, y no como Moisés, que
se cubría el rostro con un velo para impedir que los israelitas vieran
el fin de un esplendor pasajero. Pero se les oscureció el
entendimiento, y ese mismo velo permanece hasta el día de hoy en la
lectura del Antiguo Testamento, porque es Cristo el que lo hace
desaparecer. Sí, hasta el día de hoy aquel velo les cubre la
inteligencia siempre que leen a Moisés. Pero al que se convierte al
Señor, se le cae el velo. Porque el Señor es el Espíritu, y donde está el Espíritu del Señor, allí está la libertad. (2Co 3, 11-16)
Catecismo de la Iglesia Católica
-
Es una necedad y agravio a Dios no poner los ojos totalmente en Cristo
Cristo, el Hijo
de Dios hecho hombre, es la Palabra única, perfecta e insuperable del
Padre. En Él lo dice todo, no habrá otra palabra más que ésta. S. Juan de la Cruz, después de otros muchos, lo expresa de manera luminosa, comentando Heb 1,1-2 (Subida al monte Carmelo 2,22,3-5: Biblioteca Mística Carmelitana, v.11, Burgos, 1929, p.184.): ‘Porque
en darnos, como nos dio a su Hijo, que es una Palabra suya, que no
tiene otra, todo nos lo habló junto y de una vez en esta sola Palabra, y
no tiene más que hablar; porque lo que hablaba antes en partes a los profetas ya lo ha hablado en el todo, dándonos al Todo, que es su Hijo.
Por lo cual, el que ahora quisiese preguntar a Dios, o querer alguna
visión o revelación, no sólo haría una necedad, sino haría agravio a
Dios, no poniendo los ojos totalmente en Cristo, sin querer otra alguna cosa o novedad’. (Catecismo de la Iglesia Católica, n.65)
Concilio de Florencia (XVII Ecuménico)
-
Nadie, ni siquiera los judíos, puede salvarse fuera de la Iglesia
Firmemente cree, profesa y predica que nadie que no esté dentro de la Iglesia Católica, no sólo paganos, sino también judíos o herejes y cismáticos, puede hacerse partícipe de la vida eterna, sino que irá al fuego eterno
que está aparejado para el diablo y, sus ángeles (Mt 25, 41), a no ser
que antes de su muerte se uniere con ella; (Denzinger-Hünermann, 1351. Concilio de Florencia. Bula Cantate Domino, de 4 de febrero de 1442)
San Agustín
-
Cesado el sacrificio antiguo en Jerusalén, en todo lugar se ofrece el sacrificio nuevo
Finalmente, si os
empeñáis, ¡oh judíos!, en retorcer las palabras proféticas según vuestro
parecer en otro sentido, resistiendo al Hijo de Dios contra vuestra
salvación; […] Si esto lo queréis entender así, ¿qué vais a decir y cómo vais a interpretar al otro Profeta (Mal 1,10-11) que os recorta del todo esa palabra, cuando grita con meridiana claridad:
‘No tengo mi complacencia entre vosotros, dice el Señor omnipotente, y
no aceptaré un sacrificio de vuestras manos. Porque, desde el sol que
nace al sol que muere, mi nombre se ha hecho famoso entre los pueblos, y
en todo lugar se ofrece un sacrificio a mi nombre, sacrificio puro,
porque es grande mi nombre entre los pueblos, dice el Señor omnipotente’? ¿Con qué derecho, en fin, reclamáis ante tanta evidencia? […] Ciertamente
aquí no podéis negar que no sólo Él no acepta un sacrificio de vuestras
manos, sino también que vosotros no se lo ofrecéis con vuestras manos.
Pues uno solo es el lugar establecido por la ley del Señor, donde mandó
que los sacrificios se ofreciesen por vuestras manos, fuera de cuyo
lugar lo prohibió terminantemente. Debido a que perdisteis ese
lugar por vuestros méritos, tampoco os atrevéis a ofrecer en otros
lugares el sacrificio que solamente allí era lícito ofrecer. […] Después
de esto no vayáis a pensar que, al no ofrecerlo vosotros ni Él
recibirlo de vuestras manos, ya no se ofrece a Dios un sacrificio. […]
Abrid los ojos de una vez y ved que, desde el sol naciente hasta
el poniente, no en un solo lugar, como a vosotros os fue establecido,
sino en todo lugar es ofrecido el sacrificio de los cristianos; y no a
un dios cualquiera, sino a Aquel que ha predicho eso, al Dios de Israel.
Por lo cual también en otra parte dice a su Iglesia: ‘Y el que
te ha sacado, el mismo Dios de Israel, será invocado en la tierra
entera’ (Is 54,5). (San Agustín – Adversus Iudaeos, n.12-13)
-
Cuando los judíos se acerquen a Cristo ya no serán abandonados
Por tanto, el
Profeta os llama a esta luz del Señor cuando dice: ‘Y ahora tú, casa de
Jacob, venid, caminemos en la luz del Señor.’ Tú, casa de
Jacob, a la que ha llamado y ha elegido. No Tú, a la que ha abandonado.
Pues ‘ha abandonado a su pueblo, a la casa de Israel’ (Is 2,5-6). Quienesquiera
que desde allí queráis venir, pertenecéis ya a esa a la que ha llamado;
estaréis libres de aquella a la que ha abandonado. En efecto,
la luz del Señor en la que caminan los pueblos es aquella de la cual
dice el mismo Profeta: ‘Te he puesto para luz de los pueblos, para que
seas mi salvación hasta los confines de la tierra’ (Is 49,6). ¿A quién dice esto sino a Cristo? ¿De quién se ha cumplido sino de Cristo? […] Luego ‘acercaos a Él y seréis iluminados’ (Sal 33,6); ¿qué es: Acercaos sino creer? ¿Adónde
vais, pues, a acercaros a Él, siendo Él la piedra de la que el profeta
Daniel dice que, creciendo, se ha hecho un monte tan grande que llena
toda la superficie de la tierra (Cf. Dn 2,35)? Del mismo modo, los
pueblos que dicen: Venid, subamos al monte del Señor, no intentan
tampoco caminar y llegar a lugar alguno. Donde están, allí suben, porque
en todo lugar se ofrece un sacrificio según el orden de Melquisedec.
Así, también otro profeta dice: ‘Dios extermina a todos los dioses de
los pueblos de la tierra, y le adoran cada uno desde su lugar’ (So
2,11). Cuando, pues, se os dice: ‘Acercaos a Él’, no se os dice:
Preparad las naves o las acémilas y cargad con vuestras víctimas;
caminad desde lo más lejano hasta el lugar donde Dios acepte los
sacrificios de vuestra devoción, sino: Acercaos a Aquel de quien oís
predicar; acercaos a Aquel que es glorificado ante vuestros ojos. No os
cansaréis caminando, porque os acercáis allí donde creéis. (San Agustín – Adversus Iudaeos, n.14)
-
Se debe invitar a los judíos a la conversión con amor, resistiendo continuarán pecadores
Carísimos, ya
escuchen esto los judíos con gusto o con indignación, nosotros, sin
embargo, y hasta donde podamos, prediquémoslo con amor hacia ellos.
De ninguna manera nos vayamos a gloriar soberbiamente contra las ramas
desgajadas, sino más bien tenemos que pensar por gracia de quién, con
cuánta misericordia y en qué raíz hemos sido injertados (Rm 11, 17-18),
para que no por saber altas cosas, sino por acercarnos a los humildes,
les digamos, sin insultarlos con presunción, sino saltando de gozo con
temblor (Sal 2,11): ‘Venid, caminemos a la luz del Señor’ (Is 2,5),
porque ‘su nombre es grande entre los pueblos’(Ml 1,11). Si
oyeren y escucharen, estarán entre aquellos a quienes se les dijo:
‘Acercaos a Él y seréis iluminados, y vuestros rostros no se
ruborizarán’ (Sal 33,6). Si oyen y no obedecen, si ven y tienen envidia,
están entre aquellos de quienes se ha dicho: ‘El pecador verá y se
irritará, rechinará con sus dientes y se consumirá de odio’ (Sal
111,10). ‘Yo, en cambio’, dice la Iglesia a Cristo, ‘como olivo
fructífero en la casa del Señor, he esperado en la misericordia de Dios
eternamente y por los siglos de los siglos (Sal 51,10).’ (San Agustín – Adversus Iudaeos, n.12-13)
San Juan Crisóstomo
-
Los judíos serán perdonados ni por la circuncisión ni por otras normas, sino sólo por el Bautismo
‘Y esta será mi alianza con ellos, cuando los purifique de sus pecados’ No
cuando sean circuncidados, ni cuando sacrifiquen, ni cuando cumplan las
otras normas, sino cuando encuentren absolución de sus pecados. Si,
pues, esto ha sido prometido, aunque todavía no ha acontecido con
ellos, ni se han apartado mediante la absolución del Bautismo, tendrá
lugar ciertamente. Así añade: ‘Porque los dones y el llamado de
Dios son irrevocables’. (San Juan Crisóstomo, Homilía IX sobre la Carta
a los Romanos, n.6. Francés. Latín-griego)
-
Amados en atención a sus padres, la virtud de éstos les es inútil, si no creen
Por lo tanto, Dios no ha renunciado a llamaros,
pero Él espera a que todos los gentíos que deben creer hayan entrado
para que también vengan los judíos. Enseguida, él les hace otra
concesión, diciendo que pero desde el punto de vista de la elección
divina, son amados en atención a sus padres’ ¿Qué quiere decir esto?
Enemigos, encuentran el suplicio; amados en atención a sus padres, la
virtud de sus ancestrales les es inútil, mientras no crean. (San Juan Crisóstomo, Homilía XIX sobre la Carta a los Romanos, n.7. Francés. Latín-griego)
Catecismo de la Iglesia Católica
-
La venida final de Cristo se vincula al reconocimiento del Mesías por todo Israel, del que una parte está endurecida en la incredulidad
La venida del Mesías glorioso, en un momento determinado de la historia (cf. Rm 11,31)
se vincula al reconocimiento del Mesías por ‘todo Israel’ (Rm 11,26; Mt
23,39) del que ‘una parte está endurecida’ (Rm 11,25) en ‘la
incredulidad’ (Rm 11,20) respecto a Jesús. San Pedro dice a los judíos
de Jerusalén después de Pentecostés: ‘Arrepentíos, pues, y convertíos para que vuestros pecados sean borrados,
a fin de que del Señor venga el tiempo de la consolación y envíe al
Cristo que os había sido destinado, a Jesús, a quien debe retener el
cielo hasta el tiempo de la restauración universal, de que Dios habló
por boca de sus profetas’ (Hec 3,19-21). Y san Pablo le hace eco: ‘si su
reprobación ha sido la reconciliación del mundo ¿qué será su readmisión
sino una resurrección de entre los muertos?’ (Rm 11,5). La entrada de ‘la plenitud de los judíos’ (Rm 11,12) en la salvación mesiánica, a continuación de ‘la plenitud de los gentiles’
(Rm 11,25, cf. Lc 21,24) hará al pueblo de Dios ‘llegar a la plenitud
de Cristo’ (Ep 4,13) en la cual ‘Dios será todo en nosotros’ (1Co
15,28). (Catecismo de la Iglesia Católica, n.674)
San Bernardo
-
No se debe perseguir a los judíos, pero el que muere permanece en la muerte
No se debe perseguir, ni asesinar, ni expulsar siquiera a los judíos.
Preguntad a quienes conocen las divinas Escrituras qué profetiza el
salmo sobre los judíos y qué dice la Iglesia: ‘Dios me ha mostrado
respeto a mis enemigos, para que no los mates, para que no se olviden de
mi pueblo’. En realidad, son para nosotros una memoria viva que nos recuerda la pasión del Señor.
Por este motivo viven dispersos en todos los países, y al llorar por
doquier las justas penas de un crimen tan enorme, son testigos perennes
de nuestra redención. […] Pero ‘se convertirán por la tarde y en
su momento se les mirará con benevolencia’. Y, finalmente, cuando se
reúna la plenitud de los pueblos, entonces dice el Apóstol que ‘se
salvará Israel’. Mientras tanto, el que muere ‘permanece en la muerte’. (San Bernardo – Epístola 363, n.6 –Obras Completas de San Bernardo, BAC – vol. VII, p. 1047)
-
Se debe pretender la conversión de los judíos
¿No cosecha
mucho más la Iglesia entre los judíos día a día, por el camino del
convencimiento y de la conversión, que si los aniquilara de una vez a todos con la furia de las armas? ¿Crees que ha sido establecido al azar esa oración universal de la Iglesia,
en la que se intercede por los pérfidos judíos ‘desde donde sale el sol
hasta su ocaso’, para que el Señor Dios rasgue el velo de su corazón y pasen de sus tinieblas a la luz de la verdad? Si creyera que los incrédulos no pueden creer, ‘será inútil y ridículo rezar por ellos’. Pero considera con ojos de misericordia que el Señor es compasivo con ellos y que devuelve ben por mal y odio por amor. ¿Ya
no tiene valor aquello que se dijo: cuidado ‘con matarlos’? ¿O esto
otro: ‘cuando entren todos los pueblos, entonces todo Israel se
salvará’? ¿O aquello: ‘El Señor reconstruye Jerusalén y reúne a los
deportados de Israel’? ¿Eres tú el destinado a dejar a los profetas por
embusteros y anular todos los tesoros del amor y misericordia de
Jesucristo? Tu ‘doctrina no es’ tuya, ‘sino del que’ te ‘envió’, tu
padre. Pero creo que estarás satisfecho si igualas a tu maestro. ‘Y él
es un asesino desde el principio’; es un mentiroso y padre de la
mentira. ¡Qué ciencia tan monstruosa! ¡Qué sabiduría tan infernal,
opuesta a los profetas, enemiga de los apóstoles y ruina de la
misericordia y de la gracia! ¡Qué herejía tan asquerosa! (San Bernardo – Epístola 365, n.2 –Obras Completas de San Bernardo, BAC – vol. VII, p. 1055-1057)
Santo Tomás de Aquino
-
En la observancia de los ritos judíos, un testimonio de nuestra fe
Del hecho de
observar los judíos sus ritos, en los que estaba prefigurada la verdad
de fe que tenemos, proviene la ventaja de que tengamos en nuestros
enemigos un testimonio de nuestra fe y cómo, en figura, está representado lo que nosotros creemos. (Santo Tomás de Aquino, S.Th. II-II, q.10, a.11, co.)
IV: ¿Qué dijo realmente San Pablo en el contexto de Rm 11,29?
(Aconsejamos leer por entero los capítulos 9 a 11 de la Carta a los Romanos,
pues incluirlos aquí haría muy extenso el estudio)
Sagradas Escrituras
-
No cumplieron la ley por recurrir a las obras y no a la fe
¿Qué conclusión
sacaremos de todo esto? Que los paganos que no buscaban la justicia,
alcanzaron la justicia, la que proviene de la fe; mientras que
Israel, que buscaba una ley de justicia, no llegó a cumplir esa ley.
¿Por qué razón? Porque no recurrieron a la fe sino a las obras. De este
modo chocaron contra la piedra de tropiezo, como dice la
Escritura: ‘Yo pongo en Sión una piedra de tropiezo y una roca que hace
caer, pero el que cree en él, no quedará confundido.’ (Rm 9,30-33)
-
Un celo mal entendido, afirmar la propia justicia sin someterse a Dios
Hermanos, mi mayor deseo y lo que pido en mi oración a Dios es que ellos se salven. Yo atestiguo en favor de ellos
que tienen celo por Dios, pero un celo mal entendido. Porque
desconociendo la justicia de Dios y tratando de afirmar la suya propia,
rehusaron someterse a la justicia de Dios, ya que el término de la Ley
es Cristo, para justificación de todo el que cree. (Rm 10, 1-4)
-
El endurecimiento de una parte de Israel durará hasta que haya entrado la totalidad de los paganos, mientras tanto continúan enemigos de Dios
Hermanos, no quiero que ignoren este misterio, a fin de que ‘no presuman de ustedes mismos’: el endurecimiento de una parte de Israel durará hasta que haya entrado la totalidad de los paganos. Y
entonces todo Israel será salvado, según lo que dice la Escritura: ‘De
Sión vendrá el Libertador. Él apartará la impiedad de Jacob. Y esta será
mi alianza con ellos, cuando los purifique de sus pecados.’ Ahora bien, en
lo que se refiere a la Buena Noticia, ellos son enemigos de Dios, a
causa de ustedes; pero desde el punto de vista de la elección divina,
son amados en atención a sus padres. Porque los dones y el llamado de
Dios son irrevocables. En efecto, ustedes antes desobedecieron a Dios, pero ahora, a causa de la desobediencia de ellos, han alcanzado misericordia. De
la misma manera, ahora que ustedes han alcanzado misericordia, ellos se
niegan a obedecer a Dios. Pero esto es para que ellos también alcancen
misericordia. Porque Dios sometió a todos a la desobediencia, para tener
misericordia de todos. ¡Qué profunda y llena de riqueza es la
sabiduría y la ciencia de Dios! ¡Qué insondables son sus designios y qué
incomprensibles sus caminos! ‘¿Quién penetró en el pensamiento del
Señor? ¿Quién fue su consejero? ¿Quién le dio algo, para que tenga
derecho a ser retribuido?’ Porque todo viene de él, ha sido hecho por
él, y es para él. ¡A él sea la gloria eternamente! Amén. (Rm 11,25-36)
Sobre la Carta a los Romanos: Santo Tomás de Aquino
-
La obcecación de los Judíos fue permitida para bien de los gentiles
Primero en cuanto a la
particular caída de los Judíos, diciendo: ‘El endurecimiento ha venido
sobre Israel,’ no universalmente, sino ‘de una parte,’ como arriba quedó
manifiesto. ‘Embota el corazón de ese pueblo’ (Is 6,10). Segundo,
indica el término de tal ceguera, diciendo: ‘hasta que haya entrado’ a
la fe ‘la plenitud de los Gentiles,’ esto es, no solamente algunos en
especial de los Gentiles, como entonces se convertían, sino que o bien
totalmente, o bien que en su mayor parte en todas las naciones se
establezca la Iglesia. ‘Del Señor es la tierra y cuanto ella contiene’
(Ps 23,1). […] Y es de notarse que el adverbio donec
-hasta que- puede designar la causa de la obcecación de los Judíos.
Porque Dios la permitió para que entrara la plenitud de los Gentiles, como es manifiesto por lo arriba dicho. Puede
también designar el término, porque es claro que la obcecación de los
Judíos durará hasta que la plenitud de los Gentiles haya entrado a la fe.
Y con esto concuerda lo que abajo agrega acerca del futuro remedio de
los Judíos, al decir ‘y de esta manera’, cuando la plenitud de los
Gentiles haya entrado, todo Israel será salvo, no en lo particular como
otras veces, sino universalmente todos. ‘Y los salvaré por medio del
Señor su Dios’ (Oseas 1,7). ‘Se volverá hacia nosotros, y nos tendrá
compasión’ (Miqueas 7,19). (Santo Tomás de Aquino, Comentario a la Epístola a los Romanos, cap. 11, lectio 4)
-
La misericordia con los judíos se dará en virtud de la Nueva Alianza
Lo tercero muestra el modo de la salvación, diciendo: ‘Y mi Alianza’, es claro que Nueva, ‘será con ellos cuando Yo quitare sus pecados’. Porque
la Antigua Alianza no quitaba los pecados, pues, como se dice en
Hebreos 10,4: ‘Imposible es que la sangre de toros y de machos cabríos
quite pecados.’ Por lo cual, en atención a la imperfección de la Antigua
Alianza se les promete la Nueva Alianza. ‘Yo haré una Nueva Alianza con
la casa de Israel y con la casa de Judá’ (Jer 31,31), la cual tendrá
eficacia para el perdón de los pecados por la sangre de Cristo. ‘Esta
es la sangre mía de la nueva Alianza, la cual por muchos se derrama
para la remisión de los pecados’ (Mt 26,28). ‘Sepultará nuestras
maldades y arrojará a lo más profundo del mar todos nuestros pecados’
(Miqueas 7,19).
(Santo Tomás de Aquino, Comentario a la Epístola a los Romanos, cap. 11, lectio 4)
(Santo Tomás de Aquino, Comentario a la Epístola a los Romanos, cap. 11, lectio 4)
-
La enemistad de los judíos hacia el Evangelio redundó en la difusión del mismo
‘Respecto del
Evangelio, ellos son enemigos,’ esto es, en cuanto pertenece a la
doctrina del Evangelio, la cual impugnan, ‘para vuestro bien’, o sea,
que redunda en utilidad vuestra, como se dijo arriba. De aquí
que se dice en Lucas 19,27: ‘En cuanto a mis enemigos, los que no hayan
querido que Yo reine sobre ellos, traedlos aquí y degolladlos en mi
presencia.’ Y en Jn 15,24, leemos: ‘Ahora han visto, y me han odiado, lo
mismo que a mi Padre.’ O bien ‘respecto del
Evangelio’ quiere decir que el odio de ellos es para bien del Evangelio,
cuya predicación se difunde por todas partes con ocasión de tal odio.
Por la palabra de la verdad del Evangelio, que ‘ha llegado hasta
vosotros, y que también en todo el mundo está fructificando y creciendo’
(Col 1,5-6). (Santo Tomás de Aquino, Comentario a la Epístola a los Romanos, cap. 11, lectio 4)
-
Los judíos conseguirán misericordia en función de las promesas hechas a sus padres
Pero ‘son
amados por Dios a causa de los padres’, y esto ‘según la elección’,
porque a causa de los padres eligió a su descendencia. ‘Por
cuanto amó a tus padres, y eligió para sí su descendencia después de
ellos’ (Deut 4,37), lo cual no se debe entender como si los méritos
participados a los padres fueran la causa de la eterna elección de los
hijos; sino que ab aeterno Dios eligió gratuitamente tanto a
los padres como a los hijos, aunque dentro del orden de que los hijos
consiguieran por los padres la salud, no como si los méritos dé
los padres bastaran para la salvación de los hijos, sino que lo dice por
cierta abundancia de la divina gracia y misericordia, la cual de tan
gran manera se les ha manifestado a los padres, que por las promesas a
ellos hechas, también los hijos se salvarán. […] En seguida, cuando dice: Porque son irrevocables los dones, etc., excluye la objeción. Porque
podría alguien objetar diciendo que los Judíos, aun cuando antiguamente
fueran amadísimos en atención a los padres, sin embargo la enemistad
que cultivan contra el Evangelio les impide en lo futuro la salvación; pero el Apóstol asegura que esto es falso,
diciendo: ‘Porque son irrevocables los dones y la vocación de Dios’,
como si dijera: que Dios dé algo a algunos, o bien que llame a algunos,
es sin arrepentimiento, sin revocación, porque de esto no se arrepiente
Dios, según 1 Reyes 15,29: ‘Y aquel a quien se debe el tributo en Israel
no se arrepentirá, porque no es El un hombre para que tenga que
arrepentirse.’ Y en el Salmo 109,4, leemos: ‘Juró el Señor, y no se
arrepentirá.’ (Santo Tomás de Aquino, Comentario a la Epístola a los Romanos, cap. 11, lectio 4)
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Dios quiere que por su misericordia todos se salven
Por lo cual Dios
quiere que todos por su misericordia se salven, para que por esto mismo
se humillen, y no se atribuyan a sí mismos su salvación sino a sólo
Dios. ‘Tu perdición ¡oh Israel! viene de ti mismo, y sólo de Mí
tu socorro’ (Oseas 13,9). ‘Que toda boca enmudezca y el mundo entero se
reconozca reo ante Dios’ (Rm 3,19). (Santo Tomás de Aquino, Comentario a la Epístola a los Romanos, cap. 11, lectio 4)
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