Manifiesto Cristiano, punto 3

Publico el punto 3 del Manifiesto Cristiano:

3.- En el cristiano se profundiza la conciencia del mal y de la culpa; conoce por la Fe sobrenatural el origen de la proclividad hacia la ignorancia del necio y puede obrar el mal incluso queriendo el bien; conoce que el Diablo opera principalmente sobre la inteligencia para tentar al hombre.
La seducción de Adán y Eva consistió en soliviantar la pasión curiosa, exasperando el apetito desordenado de la ciencia del bien y del mal, como si fuera el saber sumo; error análogo al de creer que el libre albedrío o poder de obrar el bien y el mal es la suma libertad.
La ciencia perfecta es la verdad de lo que es, de todo cuanto existe o puede existir conocido en su principio y en su fin. Y la perfecta libertad es la de quien no puede pecar, la libertad de Dios que en su omnipotencia permite el mal para obtener un bien mayor, pero que no puede obrar el mal por sí mismo, lo cual sería una deficiencia en su voluntad. La libertad de la Santísima Virgen María fue más acabada, cumplida y perfecta que la de cualquier criatura porque era impecable. Los santos son los más libres entre los hombres porque llegan a obrar exclusivamente el bien, conforme a la voluntad de Dios y por la gracia de Dios.

Por esta causa deficiente del mal y de la injusticia que es, a menudo, la ignorancia, Jesucristo agonizante en la Cruz y movido por la inmensidad de su amor, imploró al Padre el perdón de sus verdugos: "Padre, perdónales, porque no saben lo que hacen". (Ls. 23-34)
Y acaso el hecho de que Adán y Eva cayeran por la seducción de una inteligencia superior que oscureció la propia, movió a la infinita Misericordia de Dios para que decidiera salvar al hombre. Ellos no comprendieron que la ciencia del bien y del mal era mucho menos y muy inferior a la pura ciencia del bien que Dios les había concedido por gracia preternatural así como no comprendemos ordinariamente que la libertad en el mal y en el vicio nos hace cada vez menos libres y termina por reducirnos a la esclavitud.
Claro está que Jesús no se cansa de repetirnos que debemos- obrar siempre el bien, incluso con nuestros enemigos que procuran nuestro mal; también que no debemos jamás responder a la injusticia con la injusticia; pero esto no significa que el cristiano no deba resistir ni reaccionar frente a la agresión injusta en contra de Dios, de la Patria, de los suyos, de sus amigos o de su propia persona. Por el contrario, debe estar siempre dispuesto y provisto para defender con viril energía a todo aquello que es sagrado o digno de ser amado, reverenciado y respetado.
Una cosa es no obrar mal ni con injusticia; otra cosa es no defender hasta la muerte una causa justa por la cual es el bien mayor arriesgarlo todo.
Cristo se ofrece como víctima a sus enemigos porque tiene que satisfacer la Justicia de Dios por la pena del pecado de los hombres. No se defiende contra el ataque inicuo, porque el precio de la Redención exige el Sacrificio y está dispuesto a pagarlo para hacer la Voluntad de Dios, a pesar de su alma mortalmente triste.
"...se postró con el rostro en tierra, orando y diciendo: «Padre mío, si es posible pase este cáliz lejos de Mí; más no como yo quiero, sino como Tú»..." (Mt. 26, 39)

Estaba en juego la justicia de Dios y el primero que nos amó se dispuso a satisfacer esa Divina Justicia por el único camino eficaz que es el Sacrificio; ley natural de la criatura inteligente y libre, religiosa por su misma esencia y cuyo primer acto es la celebración, la ofrenda, el sacrificio por Dios y por todo lo que conduce a Dios.

Jordan B. Genta

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