Historiadores modernos han dicho que el nombre de Guadalupe es en
realidad una errónea interpretación de una palabra náhuatl usada por la Virgen.
No hay fuentes históricas que fundamenten esta postura, sólo “se dice que” o
“algunos creen que”.
La fuente que hay que narra las conversaciones entre Juan Diego y el
Obispo Zumárraga, es la que presentamos a continuación. En ella cada vez que
nombra a la Virgen Santísima lo hace usando las expresiones Santa María y
Guadalupe, sin traducción al igual que los nombres del Obispo, de Juan Diego y
de su tío Juan Bernardino.
Fuente Histórica: Texto
del Nican Mopohua (náhuatl)
Transcripción
del libro Huei tlamahuiçoltica, de Luis Laso de la Vega, 1649.
FRAGMENTOS
DE LA VERSIÓN EN NAHUATL
Nican
mopohua motecpana in quenin yancuican hueytlamahuizoltica monexiti in
cenquizca ichpochtli SANCTA MARIA DIOS inantzin tocihuapillatocatzin, in
oncan Guadalupe Tepeyacac, motenehua GUADALUPE.
Acattopa
quimottititzino ce macehualtzintli itoca Juan Diego; Auh zantepan monexiti in
Itlazoixiptlatzin in ixpan yancuican Obispo, Don Fray Juan de Zumárraga.
165.ca
huel yuh onicnolhuilito in Tlacatl in Notecuiyo in Ilhuicac Cihuapiili SANTA
MARÍA in Teotl Dios Itlazonantzin, in ticmitlania in tlanezcayotl inic huel
tinechmoneltoquitiz, inic ticmochihuililiz in iteocaltzin in oncan
mitzmitlanililia, ticmoquechiliz;
208.auh
ma huel yuh quimotocayotiliz, ma huel yuhmotocayotitzinoz iz cenquizca
ichpochtzintli santa maria DE GUADALUPE in itlazoixiptlatzin.
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FRAGMENTOS
DE LA VERSIÓN EN CASTELLANO
Aquí se
narra, se ordena, cómo hace poco, milagrosamente se apareció la perfecta
Virgen SANTA MARÍA Madre de DIOS, nuestra reina, allá en el Tepeyac, de
renombre GUADALUPE.
Primero se hizo ver de un indito, su nombre Juan
Diego; y después se apareció su Preciosa Imagen delante del reciente obispo
don fray Juan de Zumárraga.
165.así
fui a decirle a la Señora mi Ama, la Niña Celestial, SANTA MARÍA, la Amada
Madre de Dios, que pedías una prueba para poder creerme, para que le hicieras
su casita sagrada, en donde te la pedía que la levantaras;
208.y
que bien así la llamaría bien así se nombraría; la perfecta virgen santa
María DE GUADALUPE, su Amada Imagen.
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María Delia
Buisel ha explicado que el nombre resulta un enigma, pues la única fuente es la tradición documentada en el Nican Mopohua[1];
el nombre se lo da la mismísima Virgen a Juan Bernardino, no a Juan Diego, cuando se aparece para curarlo.
El autor del Nican Mopohua, Antonio Valeriano que
conoció a Juan Diego, transcribió “Guadalupe”, como la escribimos hoy, pese a
que el náhuatl es rebelde a los sonidos “g” y “d”. A. Valeriano era indio
cultísimo educado en el Colegio de la Santa Cruz de Tlatelolco, fundado por
Zumárraga, sabía muy bien su latín, griego y por supuesto español, además del trívium y el quadrivium y dialectos indígenas; llegó a ser rector de ese colegio
y alcalde de indios en la ciudad de México.
El nombre
tiene dos raíces NO EXCLUYENTES:
1)
Voz proveniente de España, familiar a Cortés (era
extremeño) y los suyos, porque el santuario de Guadalupe en Cáceres,
Extremadura, arranca desde el s. XIV.
En efecto en
1323 a un pastor se le apareció la Virgen
en la sierra de Villuercas, Extremadura, en un cerro vecino al río Guadalupe.
La Virgen le ordena que venga con clero y testigos para excavar donde la había
visto, encontrar una imagen suya (la que se halla es Virgen con Niño y manto de
estrellas con luna abajo), hacer un santuario, construir un convento, donde se
diera de comer a los pobres; todo se
hizo así y eso lo sabía Cortés. La
etimología europea es mixta:
a) ‘Guad’ viene del árabe ‘wad’ (río); la ‘a’ que sigue viene del artículo también árabe ‘al’.
b) ‘lupe’ es muy discutido; se dan varias etimologías; las dos más racionales
son: ‘lupe’ viene de ‘lapis’ (piedra) o sea
‘río de piedra’; la otra es que viene de la contracción en latín de
‘lux’ + ‘speculum’ > luspejo > lujpejo > lupejo > lupe,
significando algo así como ‘río espejo
de luz’
2) Muchos
eruditos mexicanos, excelentes conocedores del náhuatl, piensan que los
españoles, en concreto, fray juan de Zumárraga,
y no juan Bernardino deformaron una voz indígena en Guadalupe, pero no
se ponen de acuerdo en cuál es; podría ser:
a) Tequantlanopeuh: la que tuvo su origen
en la cumbre de las piedras.
b) Tlequauhtlacupeuh: la que viene volando
de la luz como águila de fuego.
c) Coatlayopeuh: la que aplasta con el pie
a la serpiente de piedra.
d) Tequautlaxopeuh: la que ha hecho huir a
los que nos comían.
La mayoría de
los mexicanos (ej. P. Ángel Garibay) se inclina por las raíces indígenas, pocos
de ellos (ej. Carlos Vidal, Eduardo Chávez)
y los no mexicanos (ej. fr. Bruno
Bonnet-Eymard, J. M. Iraburu, A. Caturelli, fr Fidel Chauvet) aceptan el
vocablo como está en el Nican Mopohua
y suponen que el obispo Zumárraga al
escuchar ese nombre entendió que era la misma Virgen extremeña que en España
privilegiaba su Maternidad y en México, los dos misterios: Virginidad y Maternidad simultáneas, en
catequesis para los indios, ya que ostenta un leve embarazo y el cinturón con moño
negro de la cintura se le ponía a las indias para denotar embarazo, cuando aún
era incipiente y todavía no se notaba. En cambio para los cristianos el cíngulo
era signo de virginidad, es decir hay una doble lectura.
Si bien no
hay acuerdo sobre la etimología, no existe oposición entre los significados de
las distintas raíces.
No hay
exclusión sino concurrencia y cualquiera de ellas comporta un punto de entrada
para meditar en los misterios marianos[2].
Hay dos
elementos más que conviene considerar:
1)
La castellanización de este
vocablo fue la cosa más común y corriente del proceso de aculturación. Sea por aproximación
fonológica o por asociación. Hay
muchísimos casos de palabras indígenas y/o extranjeras que fueron fonetizadas
al castellano, y así quedaron[3].
Dicho sea de paso, conviene aclarar que el obispo Zumárraga no era ningún
bruto. Hay varias biografías de él, incluyendo la del Padre Iraburu[4],
que hablan claramente de su celo apostólico, de su piedad y de su ciencia. Pero
existe asimismo una semblanza trazada por Eduardo Chávez[5],
que no permite abrigar dudas sobre las bondades intelectuales y morales del
obispo. Menos aún era “gallego bruto”, por el contrario era un vasco culto, no
mandaban cualquiera como primer obispo de México, era el virreinato más
importante, ni lo hubieran ascendido a arzobispo también de México sin méritos.
Era un excelente canonista, hizo dos
juegos de Actas de lo acontecido, uno está sin encontrarse en la Curia metropolitana,
desaparecido, robado, destruido? No se sabe. El 2º lo llevó con él a España,
pero desapareció en un incendio del archivo del convento donde murió. Otra cosa
en su haber: redactó un catecismo para cristianizar a los indios poniendo el
acento en la Encarnación y la Redención, porque los aztecas invertían la idea
de redención[6].
2)
Lo interesante es que la
etimología de la palabra usada por el indiecito, coincide con el significado
cristiano del papel de la Virgen[7].
Como decíamos ambas tradiciones son concurrentes.
En Santa María de
Guadalupe no hay sincretismo sino «transfiguración».
Siguiendo al
célebre teólogo francés Jean Daniélou, Alberto Caturelli afirma que “María
representa a la gracia que prepara…y predispone al reconocimiento de Cristo por
medio de María”[8].
La cosmovisión náhuatl consideraba “la noción suprema de la divinidad en la
general concepción dualista del mundo. Semejante noción suprema es la de
Ometéotl, el dios de la dualidad…Este principio, a la vez engendra (señor dual)
y concibe (señora dual); es, por ello, el padre y la madre de los dioses, el
que da la vida. Si bien se trata sólo de un supremo principio cósmico que
genera todo lo que hay en el universo, la presencia de lo femenino como madre
«de los dioses», como madre «nuestra», posibilita una remota preparación
mariana”[9].
El sincretismo, que
es sólo un intento de conciliación extrínseca entre doctrinas distintas,
no aparece en el Acontecimiento Guadalupano del Tepeyac “porque allí se
presenta, precisamente, como Madre, pero a la vez como creatura, negando
implícita pero enérgicamente el dualismo cósmico; el quinconce grabado sobre su
vestido a la altura del vientre precede el nacimiento del sol que es Hijo de
mujer. La imagen ha eliminado el significado mítico y, por detrás de la «madre
de los dioses» que no existen, surge esplendorosa la Madre del Dios vivo,
Salvador de los hombres”[10].
Si algunos
“creen que” o “dicen que” la Virgen debió usar una palabra náhuatl para
presentarse al indio Juan Diego, porque su aspecto externo era el de una
princesa náhuatl (aunque la Virgen no tiene rasgos indios sino es una mestiza
de ojos verdes, los dibujos de la túnica pueden ser indígenas y el pliegue
inferior del doblado de la tilma, el cinturón y su moño, y alguna otra cosa más)
lo hacen sin apoyos documentales. ¿Por qué no pensar que la Virgen quiso hablar
en lenguaje comprensible para los aborígenes y también para los españoles
devotos de la antigua advocación de Guadalupe aparecida en España en el siglo
XIV?[11]
Alberto Caturelli en su obra El Nuevo
Mundo, en el capítulo “El evangelio de Guadalupe”, hace una serie de
aclaraciones sobre el origen del nombre, y menciona como válida la tesis del
Padre Carrillo Alday, según la cual, la misma Virgen pronunció al fin la
palabra Guadalupe, como para que pudieran entender también los españoles que
ella era realmente la Virgen. Caturelli en este punto remite a otras fuentes
eruditas en que se sostiene la presunción.
En este mismo
sentido leemos en un artículo de la Revista Arbil: La crónica de este
prodigioso acontecimiento intitulada en el lenguaje de los indígenas Hincan Mopohua, añade que el tío enfermo
de Juan Diego, Juan Bernardino, atestiguó al Obispo Zumárraga de haber sido
milagrosamente sanado después de la aparición de una joven Señora que era
idéntica a la que vio el sobrino; la cual se le había presentado con estas
palabras: “Yo soy la Siempre Virgen María de Guadalupe”.
Por lo
tanto la misma joven Señora de las apariciones se ha denominado a sí misma como
"La siempre Virgen María de Guadalupe", refiriéndose a un topónimo
español que indica un santuario de la villa de Villuercas, en la Sierra
oriental de Extremadura, donde se venera desde el siglo XIV una "Virgen
negra' que -según una antigua tradición- habría sido esculpida en madera de
cedro oriental por el evangelista San Lucas. Permaneció escondida durante
largo tiempo en Bizancio; más tarde la estatua fue llevada a Roma por S.
Gregorio el Grande, que la envió a San Leandro, Obispo de Sevilla en España.
Nuevamente escondida durante la dominación de los moros, la imagen de la
"Virgen Negra” revestida como una reina coronada que tiene en brazos al
pequeño Jesús, fue encontrada milagrosamente en el siglo XIV por un pastor y se
conserva en el santuario de Villuercas construido por los monjes
Jerosolimitanos desde 1389 al 1835.
La
"Virgen Negra" de Villuercas fue llamada "Santa María de
Guadalupe" a razón del río subterráneo que pasa cerca
del Santuario.
El hecho
de que la Virgen de Tepeyac haya querido denominarse "la siempre
Virgen María de Guadalupe" sin otras explicaciones, induce a los exegetas
del acontecimiento a proponer las siguientes consideraciones:
*
Relacionándose a un topónimo español, ciertamente ignorado por el indio azteca
Juan Bernardino, la Virgen María ha querido salvar la
sobrenaturalidad de su aparición de cualquier sospechosa manipulación humana,
constituyendo el nombre de Guadalupe para el Obispo Zumárraga el signo cierto
de la autenticidad de la visión de la Madre de Dios.
* Refiriéndose
a Guadalupe, lugar de veneración de la Virgen Extremeña, el hecho de Tepeyac
se liga a una devoción muy familiar para los españoles del siglo XIV al XVI y
tan profundamente vinculada a su historia que podría resumir "el fervor
supremo de los Reyes Católicos", los cuales la asumieron como símbolo
protector de la "reconquista" contra la dominación árabe. Guadalupe
resulta, además así, una referencia explícita de la protección mariana en la
empresa de Cristóbal Colón. El Gran Almirante del Mar Océano -salvado de un
naufragio por intercesión de la Virgen Negra de Villuerca a la vuelta del su
primer viaje atlántico- utilizó el topónimo de la localidad extremeña de
Guadalupe para denominar la primera isla importante donde desembarcó el 4 de
Noviembre de 1493, durante el segundo viaje a las costas americanas.
A parte
de la presencia del topónimo, bajo el perfil iconográfico parecería que no
existir ningún otro elemento en común entre la figura de la Virgen María
venerada en la Extremadura española y la Virgen aparecida en México. Sin
embargo, existe una relación misteriosa de significado mucho más profundo entre
la Virgen Negra española y la Virgen morena mexicana, que vincula ésta a
aquélla; esto es el reclamo a una común dignidad "real" contenido en
las palabras de la Virgen al indio Juan Bernardino, tío de Juan Diego.
Aquella
precisa, inconfundible denominación: "Yo soy la siempre Virgen María de
Guadalupe", expresa el enlace directo entre la Virgen aparecida en Tepeyac
y aquélla representada en la estatua de madera venerada en el Santuario
español de Villuercas. Que se trate de una relación velada de misterio, es
evidente en el sentido etimológico de "río oculto" encerrado en el
topónimo de "Guadalupe".
Las dos
Vírgenes -la española y la mexicana- presentan el aspecto de reinas. Pero la
dignidad de la Virgen extremeña está ostentada por la corona que le ciñe la
cabeza; en cambio la de la Virgen mexicana resalta por medio de otros elementos
decorativos, entre los cuales destaca el símbolo que adorna su vestido a la
altura del vientre virginal, custodia del misterio de la Encarnación del Hijo
de Dios: "una flor con cuatro hojas colocadas alrededor de un elemento
circular". Esa flor cruciforme es el jeroglífico náhuatl, familiar
a la cultura indígena mexicana. Se trata de hecho de la "flor solar",
cuyo significado múltiple indica, al mismo tiempo, el punto de contacto entre
el mundo visible y el invisible, la encrucijada donde se interceptan las vías
de Norte a Sur y de Oriente a Occidente, el "sol del centro" o
"sol de fuego" según el culto azteca de Xinhtecutli. Esta
extraordinaria flor cruciforme es también figura del número cinco que —según la
numerología sagrada— representa las letras del tetragrama divino (IH-S-WH) al
que está añadido al centro un SCIN formando el nombre de Jesús, Rex
Regnum et Dominus Dominantium- número que, además, simboliza:
fuego y luz, comprensión y justicia, autoridad y fe, poder y voluntad[12].
Sea como
fuere la historia se escribe sobre bases científicas documentales,
arqueológicas etc. Las fuentes hablan de Nuestra Señora de Guadalupe ¿qué
fundamento tiene la otra interpretación? Es un enigma.
Sobre el tema que plantean algunos autores acerca de que
"Guadalupe" es sólo la corrupción de una palabra náhuatl que el
español no podía pronunciar. […] Como los españoles no podían pronunciar esas
palabras, las distorsionaron para convertirlas en "Guadalupe", de
acuerdo a un procedimiento documentado de muchos nombres geográficos nahuas.
Pero precisamente aquí los documentos son totalmente insuficientes. "Hasta ahora, escribe el P. Chauvet,
no he conocido a un solo documento que de testimonio de la transformación"[13].
El Padre Chauvet ha estudiado los testimonios y fuentes históricas del
primitivo culto a Nuestra Señora de Guadalupe (especialmente entre 1531 y
1648). La importancia de este tema
radica -como señala el mismo p. Chauvet-, en señalar que en su primeros
tiempos, la Guadalupana recibía culto tanto de los indios como de los
españoles, cosa importante para descartar la idea de que la Guadalupana era
sólo "devoción de los indios". Tampoco fue, como otros dicen,
adaptación hecha no por los indios sino por los españoles, y más concretamente
los frailes. Se utiliza un intervalo de tiempo de 117 años (1531 a 1648),
porque diversos críticos antiguadalupanos (entre otros Jacques Lafaye[14], quien habla de sincretismo entre la espantosa Tonantzin
y Nuestra Señora de Guadalupe) han propuesto el inicio de la tradición
guadalupana en el año de 1648, con la publicación de la obra Imagen de la
Virgen María Madre de Dios Guadalupe, del jesuita Miguel Sánchez.
Decía su
Santidad el Papa León XIII[15] en su Carta Apostólica Saepenumero Considerantes de 1883: Con todo esfuerzo deben ser repudiadas las
mentiras e invenciones, ateniéndose a las fuentes; en la mente de quien escriba
esté bien presente en cada momento, que “la primera ley de la historia es que
no se ose decir nada falso, ni esconder nada de la verdad[16]; para
que, al escribir, no existan sospechas de partidismo o aversiones”.
[1]
la relación más conocida es la que escribió en
nahua con caracteres latinos, el noble indígena bautizado don Antonio
Valeriano Chimalpain pariente de Moctezuma. Este recibió la sabiduría de los
Frailes, fue profesor del Colegio de Tlatelolco y Gobernador de los indios por
30 años. Del rey don Felipe II recibió una carta de felicitación por su buen
gobierno.
Del
escrito original de Valeriano se hicieron varias copias, una de ellas la tuvo
el padre jesuita Carlos de Sigüenza y Góngora. La Relación de Valeriano que ha
llegado a nuestros días es la que copió en 1649 el cura de Guadalupe Fray Luis
Lasso de la Vega (esta es la fuente que presentamos) en lengua nahua titulada
“Aparición de Santa María de Guadalupe”, comienza con las palabras “Nican
Mopohua…”
[2] Buisel, María Delia. “La aparición de
Nuestra Señora de Guadalupe y el V Centenario” en: Revista Eclesiástica Platense,
nº 4-6, 1992, p. 135.
[3] Esto pasa hasta
el día de hoy. Nadie va a la cancha y dice "out side, mr. árbitro",
sino "¡orsai, qué cobras referí!”
[4] Iraburu, José María, Los hechos de los apóstoles de América, Pamplona,
Gratis Date, 2003. Como señala en el prólogo a la primera edición ha centrado
su atención en los hechos apostólicos del Obispo Fray Juan de Zumárraga entre
otros.
[5] Chávez, Eduardo, La verdad de Guadalupe, México, Ediciones Ruz, 2009. Canónigo y
Doctor, postulador de la causa de canonización de san Juan Diego y Director
General del Instituto Superior de Estudios Guadalupanos (ISEG)
[6] Fue reeditado en Buenos
Aires, por los Jesuitas para el 5º Centenario
en 1992.
[7] Caponnetto, Antonio, Conferencia:
"Guadalupe en el origen y en la vocación de América".
[8] Caturelli, Alberto. El Nuevo Mundo.
México, Edamex-Upaep, 1991, p. 312.
[9] Ibídem, p. 313. Ometeotl era la divinidad en la que creían los
texcocos, vecinos y socios de los aztecas y de su rey Netzahualcoyotl, no Moctezuma ni sus aztecas, Juan Diego
descendía de ambas etnias.
[10] Ibídem.
[11] No suele mencionarse
una 2ª aparición muy poco después para salvar a un joven jinete español
español, a quien se le desboca el caballo al borde de un precipicio y al
invocarla el muchacho, la Virgen se aparece y le frena y amansa el caballo.
[12] Siena, Primo La Virgen de Guadalupe y el destino de Iberoamérica, en: http://www.arbil.org/115guad.htm
[13] Chauvet, Fidel de Jesús, El Culto Guadalupano del Tepeyac, sus
orígenes y sus críticos en el siglo XVI, Edit. Tradición, 1a. Ed. 1978, p.
201. Fray Fidel de Jesús Chauvet, o.f.m. es historiador experto en el tema
guadalupano.
[14] Lafaye, J., Quetzalcoatl y Guadalupe, México, GCE, 1983.
[15] Leonis XIII
Pontificis Maximi Acta, III, Romae 1884, pp. 259-273; ASS 16 (1883-1884)
49-57. Saepenumero considerantes de 1883 (traducción recientemente realizada al
español por el Rdo. P. Dr. Javier Olivera Ravasi) El título podría traducirse
como “Hemos analizado a menudo…”. Un
estudio más completo puede verse en el trabajo de Santiago Casas, León XIII y la
apertura del Archivo Secreto Vaticano, Anuario
de Historia de la iglesia,12, Navarra 2003, 91-106
[16] “primam esse historiae legem, ne quid falsi dicere audeat, deinde ne
quid veri abscondere audeat” (n. 54). La frase es de Cicerón, De oratore 2,15.
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