León Tuerto



FÁBULAS DE LA JUNGLA

 León tuerto



Los animales más viejos, desde hacía un tiempo, venían advirtiendo sobre cierto relajamiento en la educación de los más jóvenes.  Al principio fue una observación sobre la que sólo se dirigió una crítica, luego convocaron a un grupo selecto de machos para exponerles esta preocupación, y finalmente decidieron organizar dentro de los ámbitos educativos, un ciclo de encuentros para que los padres advirtieran, aprendieran y reprimieran en sus hijos esas conductas decadentes.

No era tarea fácil, ya que no todos tenían la certeza de estar atravesando algún tipo de crisis.  Los menos, creían ver algo grave y preocupante. Para la mayoría esto respondía a cambios en las costumbres, sobre los que debían adecuarse, y en ese contexto no se los veía mal.  Y finalmente, para un grupo más reducido que prefería mantenerse en una muy cómoda indiferencia o ignorancia, las cosas debían dejarse como estaban.

Un viejo ciervo tomó la palabra y con su típica voz grave dijo:

-Sólo la educación podrá rectificar estos desvíos.  Debemos proponernos en adelante una tarea sin descanso, permanente y muy seria, en pos de volver a nuestras primeras costumbres.  Dejemos y esperemos que el tiempo nos dé la razón, y si es así, verán cómo los hoy más escépticos, vuelven aquí con sus cachorros para seguirlos educando.

El tigre líder de la manada dando un paso al frente y alzando un rugido propuso:

-Conozco en una jungla vecina al tigre que rige a los demás, y sé que desde hace muchas generaciones sostienen exitosamente el valor y la práctica de sus costumbres. Tuvieron ellos momentos decadentes importantes y él, el tigre más sabio que he conocido, reestableció las conductas impidiendo su disolución. Durante generaciones han sabido mantener el orden logrando así una jungla justa.

-Pues, sin más tiempo que perder, convoquemos a ese tigre para que nos enseñe a mantener nuestro tradicional estilo de vida y no se pierda nuestra juventud ni nuestra jungla con modernizaciones que sólo traerán extinción y perdición –dijo el cocodrilo apenas asomado del pantano, pero que no por ello, ignoraba la realidad.

Organizados todos, no tardó en despacharse la invitación al gran tigre, y de la mano de un loro burocrático, se dispuso también informar de esto al león. El mismo, enterado sobre la decisión tomada, mandó que le trajesen datos puntuales sobre este tigre, según dijo él, para conocerlo mejor.  Una vez obtenidos, el león comenzó  a hacer todo tipo de observaciones, poner reparos, crear dificultades, cortar recursos, mover voluntades y suspender auspicios para impedir la llegada del tigre.

No se entendía bien esta actitud porque de una manera u otra, para los organizadores, el problema era real y grave y creían aportar un principio de solución.  Todos, mirándose extrañados, trataban de ver lo inconveniente que parecía esta idea, amparados en la rara actitud del león.  Si bien no se había dado marcha atrás oficialmente, en lo más profundo del convencimiento de muchos, esperaban que el león determinara la suspensión de estos estudios. Mientras esto no sucediera, todo seguía tal cual lo planeado.

Lo que sumó también más sospechas fue que con el correr de las horas la tan temida prohibición no llegaba, pero sí se seguía trabajando desde el palacio real, para complicar la llegada del tigre docente.

Poco después el león convocó a los organizadores y les dijo que no veía con buenos ojos que un tigre extranjero educara a nuestros cachorros.  Sin embargo y con tono de objeción, el tigre del lugar exclamó:

-¡No sólo los jóvenes están interesados, sino que nuestros padres han sido convocados en manadas para asistir a los cursos.  Entendemos que si el problema es de todos, la solución también lo es! 

Ahora sí, el león dando un fuerte rugido se puso de pie y exigió al tigre suspender toda actividad, vociferando:

–¡¡¡Nadie va a venir a decirme cómo tengo que gobernar, organizar y educar a mi jungla!!! ¡Nadie que crea que sepa más que yo, tendrá predicamento en este lugar!  ¡Por lo tanto y a partir de ahora decreto que queda prohibida la entrada a todo tigre y en particular a uno… a… ése! 

-Pero gran león –dijo el tigre vernáculo- estuvimos de acuerdo desde un principio en que necesitamos volver a una educación primordial.  La jungla está en peligro si no tomamos a tiempo los recaudos para no disgregarnos.

-¡La jungla de la que usted me habla, no existe más! –dijo el león dando con la garra sobre la mesa-. Van a tener que entender esto por las buenas o por las malas.  –Y dando media vuelta dejó al tigre solo, vacilando con sus pensamientos.

Al día siguiente, el tigre líder de la manada se reunió con el comité organizador y puso con pesar ante todos, la orden del león. La mayoría, sin entender bien por qué el león no apoyaba, trataban infructuosamente de encontrar alguna justificación para volver sobre sus pasos, y dejar sin efecto la recuperación de las enseñanzas olvidadas.

Sin embargo, tomando la palabra, el lobo dijo:

-¡No hemos venido a ver cómo nuestra jungla se pierde porque si nomás! ¡No estoy de acuerdo con ser testigo y partícipe de mi propia decadencia! ¡Hemos aullado a la luna durante siglos sobre el gran risco, como para que ahora me digan que los aullidos de mis abuelos, de mis padres y los míos propios no existen más! ¡No señores…! ¡Tenemos que seguir adelante! ¡Y propongo que aquel animal que esté de acuerdo, levante su garra y diga conmigo que vamos a continuar y pedir la ayuda que necesitamos de todas maneras!

Curiosamente la gran mayoría, sin ser muy letrados, decidió desoír la orden del león entendiendo, por sentido común, que había un interés mayor que proteger: la preservación de la jungla, a través de una educación que persistiera en el tiempo y que les asegurara vivir y desarrollarse de acuerdo a la madre naturaleza.   

Ante esta declaración, el loro que había permanecido un poco más retirado y en silencio, corrió hasta el león y le contó hasta el último detalle de lo allí ocurrido.

Antes que el gallo decretara la finalización de la jornada, los monos masivos de comunicación, habían colocado a la vista de todos, un documento junglar llamado “entrepiche” que obligaba con pena de destierro de madriguera, al tigre orador, y a todos aquellos que asistieran, participaran o se comportaran como prosélitos. 

Con la novedad hecha pública, se sucedían los encuentros y los debates entre los que creían que debía seguirse adelante ignorando la orden del león, y los que no se atrevían a desafiar al rugido real, siendo éstos ciertamente un grupo muy minoritario.  Los ánimos cobraron bríos y en la interpretación de destacados y decanos animales, sospechaban una actitud rastrera del león que perdería prestigio e importancia frente al tigre docente, si realmente lograba resolver una situación que él mismo no había siquiera advertido.

A esta altura de los acontecimientos y por efecto necesario del espíritu de conservación de la especie, de lo delicado de la situación, del enfrentamiento con la autoridad y con los vecinos más obsecuentes, el nuevo criterio educador había cobrado relevancia y notoriedad y ya no sólo se invitaba a los cachorros, sino que se había convocado a la comarca toda y se había dado en llamar a título introductorio: “La refundación de la jungla o la globalización y el domestizaje”.  Una segunda parte un poco más teórica: “Principios y puntos de partida de la naturaleza y la autoridad”. Y una tercera parte más apocalíptica: “Nuestro destino: el circo”.

Al ver el león que su prohibición había estimulado aún más el propósito reivindicador de sus súbditos, y manifestándose totalmente furioso, decidió ausentarse por motivos particulares, y aunque manteniendo las amenazas y las sanciones “entrepiches”, dejó librado al temor y temblor de los animales, la realización del mismo.

El gran tigre vino, no una, sino varias veces.  Desarrolló todas las temáticas que encontraba oportunas para establecer una base sólida de preceptos que se mantuvieran en el tiempo.  Propuso un programa de recuperación de costumbres que comenzó a dar sus frutos en un lapso de tiempo mucho menor al esperado, y fue así cómo de a poco la jungla comenzó a encontrar respuestas y ver que era posible construir con claridad un destino común. 

Los animales mayores y el tigre fueron varias veces a hablar con el león para mostrarle todo lo bueno que había pasado a partir de estos dictados, pero tratándolos de rebeldes, nunca los recibió. Siguió trabajando desde el anonimato para desvalorizar el trabajo de ellos y adjudicarle al tigre docente conductas indecorosas y desacreditar su figura y enseñanza. 

A partir de estos sucesos, el gobierno del león quedó debilitado y expuesto a una crítica constante que los animales mayores veían con preocupación porque entendían que no era bueno para la jungla que la autoridad perdiese prestigio y mando. También prepararon paliativos educacionales y reivindicadores para revertir esto, invitando en más de una oportunidad al león, pero éste ignorándolos una vez más, nunca los recibió.

Moraleja:

El león que cree verse a sí mismo por encima de los demás, a la vista de todos, queda tuerto.

Jano

No hay comentarios.:

Publicar un comentario