El Retiro
de La Iglesia (Leonardo
Castellani en “Cristo y los Fariseos)
--¿Creen ustedes que antes del fin
vendrá una gran apostasía?1
--Eso es de fe –intervino Mungué—San Pablo lo dice y Nuestro
Señor mismo afirmó: “Cuando Yo vuelva, ¿creéis que hallaré fe en la tierra?2
--¿Creen ustedes que una apostasía general sería posible si
la Iglesia estuviera vigente, llena de pureza, de justicia, de caridad y de
luz? Es imposible. La gran apostasía hace concebible la gran persecución; pero
la gran apostasía no es concebible sin una contaminación…
--Siempre ha existido contaminación –dijo la señora—y
existirá, según la parábola de la cizaña: “hasta el tiempo de la ciega…”
--Justamente—dijo el viejo—y hacia el tiempo de la ciega es
cuando el lolio, que esa planta y no la cizaña ni el abrojo indicó el Divino
Maestro, es cuando el lolio se parece más al trigo…
--¡Ojo! –Dijo Mungué—la Iglesia siempre se distinguirá de
las sectas por sus cuatro notas: Una, Santa, Católica y Apostólica.
--Ni los faros se ven bien en tiempos de niebla—pronunció
sibilinamente el rabino…
--¡Eso es herejía protestante!—acusó Fulgencio-- ¡el error
de la Iglesia invisible!
El viejo lo miró en silencio un instante, y prosiguió:
--La condición del mundo cuando vuelva Cristo será análoga a
la que tenía cuando lo dejó. El Rey de los Profetas para ver al mundo futuro,
desde aquel montículo de Jerusalén desde el cual se veía el Templo, y ¡ay! el
Calvario, no tuvo más que mirar su propia situación presente, ponderarla con
amargura, y ampliarla en todas direcciones.
--¿De modo que entrará a reinar el fariseísmo en la Iglesia,
como antaño en la Sinagoga? –dije yo alarmado—La Promesa de Cristo de
asistencia perenne a su Iglesia y su conducción por el Paráclito...eso parece
destruirla de raíz.
--y la destruye—dijo el Mónaco.
--¿Por qué?—dijo el rabino—Las mismas promesas o parecidas
fueron hechas a la Sinagoga por los profetas; y justamente en el punto en que
esas promesas estaban por fallar, envió Dios a su Hijo para mantenerlas; el
cual dijo: “en la Cátedra de Moisés se sentaron los escribas y fariseos; haced,
pues, todo lo que os dijeren, pero no hagáis conforme a sus obras”3.
Pues la doctrina no faltó nunca; faltó el ejemplo.
--Pero eso es sumamente peligroso de predicar –dijo
Mungué--, porque el pueblo perderá la confianza en la Jerarquía.
--Yo no lo predico: solamente lo temo –dijo mansamente el
judío.
--Es que no lo debe decir siquiera, ni pensar, ni soñar—dijo
Fulgencio.
--En nombre propio, no—dijo él—Pero soñarlo ¿y quién pondrá
puertas al soñar? ya lo soñó Juan en el apokalypsis, según creo.
--¿Dónde?—desafió Mungué.
--en cuatro lugares: La Iglesia de Laodicea4 , la
Segunda Bestia5, La Maldición del Templo6 y la Gran
Rameta7.
--Pamplinas—dijo Fulgencio—“Clara non sunt explicanda cum oscuris”. Esos lugares son oscuros,
la promesa de Cristo es clara.
El judío dejó caer los brazos con desaliento y se puso con
aire cansado a ojear su Biblia.
--¿Qué demonios es propiamente el fariseísmo?—dije yo.
--¿Pues no lo conoce usted?—dijo el judío cansado—Está en
los Evangelios.
--En el Elenchus
contra fariseos, Mateo, Capítulo 23—dijo el teólogo.
--En todo el Evangelio—bramó el viejo—Cristo no hizo más que
luchar contra el fariseísmo. “Non sum missus nisi ad oves quae perierunt
domus Israel”. Fui Mandado por las ovejas de Israel que perecieron.
--! Qué exageración!—gritó Flor de Lino-- ¿y los milagros?
¿y la Doctrina? ¡Eso es lo principal de la vida de Cristo!
--¿Cuál fue la empresa personal de Cristo como hombre, su
hazaña y su trabajo, lo que unifica toda su acción? ¿Cuál fue el Corazón de
Cristo, si Él fue un Hombre de Corazón? Ciertamente no fue una dulzura
blandengue, un sentimentalismo melancólico, blanducho y llorón hacia los
hombres, y aún hacia los animales, como lo pintan hoy, incluso las estatuas de
los templos, d`apres Renán, o d´apres Tolstoi—dijo el viejo—Esa no fue la
personalidad de Cristo, no fue su Corazón.
--Nosotros somos devotos del Corazón de Jesús—dijo el
monje—como el que más.
--¿Cuál fue pues su personalidad?—interrogó el teólogo
Mungué…
--La lucha contra el fariseísmo, ese “pecado contra el Espíritu
Santo” que le impedía su manifestación Mesiánica y hería terriblemente su amor
a los hombres y a los pobres y a los débiles…sin contar su amor al Padre.
—y a la Verdad. Ésa es la clave de su carácter, quizás la
principal, la que engloba todos los rasgos de su espléndida personalidad
humana—declaró Benya—yo sé lo que es el fariseísmo, aunque no lo sepa
definir—añadió—lo he probado en mi carne.
--¡Pamplinas! El fariseísmo se acabó.
--¡Nunca! –asestó Benya—Ni se acabará. ¿Qué es lo que puede
producir la Magna Tribulación, la peor prueba, si no el Magno Pecado, el pecatum ad mortem8 que
efectivamente infirió la muerte al que era la Resurrección y la Vida?
“Si eres de veras Hijo de Dios, baja de la Cruz y creeremos
en Ti”9 –dije yo con un vago temblor.
--En efecto, esa es la esencia del fariseísmo—Benya se
volvió hacia mí con una sonrisa aprobatoria.. Crueldad, soberbia religiosa y
resistencia a la Fe. Pero Cristo desde la Cruz pudiera responderles: “Creed en
Mi y bajaré de la Cruz”. En efecto, cuando los judíos crean en Él, y los gentiles
hayan caído en el pecado de la muerte, bajará Cristo de su larga Cruz, que es
toda la historia de la Iglesia.
--Esta conversación no me interesa—dijo Fulgencio.
--El Fariseísmo viene a ser como…los fariseos son “religiosos profesionales”…como el profesionalismo
de la religión—dije--, recordando una frase de Gustavo Thibon.
--Ese es solamente el primer grado del fariseísmo, en todo
caso—reflexionó el viejo—a ver si podemos describirlo por sus grados:
El primero: la religión se vuelve meramente exterior…
El segundo: la religión se vuelve profesión, métier,
gagne—pain
El tercero: la religión se vuelve instrumento de ganancia,
de honores, poder, dinero.
--¡Es como una esclerotización de lo religioso, un
endurecimiento o decaimiento progresivo! –saltó el teólogo.
-- y después una falsificación, hipocresía, dureza hasta la
crueldad…--dije yo.
--Jesucristo en el Evangelio condenó a los fariseos—machacó
fray Florecita—y con eso basta.
El judío se había quedado como absorto. Después prosiguió
con una voz hueca y ronca…
--Yo tiemblo de decir lo que oso apenas pensar…mi corazón
tiembla delante de Dios como una hoja de árbol al pensar en el misterio del
fariseísmo. Yo no puedo indignarme como el Divino Maestro; yo miserable gusano,
le tengo miedo—y de hecho se estremeció bruscamente todo su cuerpo, y dos
lágrimas asomaron sus ojos.
--los otros grados—prosiguió—ya son diabólicos. El corazón
del fariseo primero se vuelvo corcho, después piedra, después se vacía por
dentro, después lo ocupa el demonio. “y el demonio entró en él”, dice Juan de
Judas.
El cuarto: la religión se vuelve pasivamente dura;
insensible; desencarnada.
El quinto: la religión se vuelve hipocresía: el “santo”
hipócrita empieza a despreciar y aborrecer a los que tienen religión verdadera.
El sexto: el corazón de piedra se vuelve cruel, activamente
duro.
El séptimo: el falso creyente persigue de muerte a los veros
creyentes, con saña ciega, con fanatismo implacable…y no se calma ni siquiera
ante la cruz… ”Este impostor dijo que al tercer día iría a resucitar”; de modo
que, oh Excelso Procurador de Judea…Guardias al sepulcro.
--Bien, eso pasó una vez y no volverá más…--dijo
Fulgencio—La hipocresía no prospera hoy en día en la Iglesia de Cristo. ¡Está
la Gracia de Dios!
--Dios lo quiera!—dijo Banya—Pero ésta no es hipocresía
vulgar: es diabólica, profunda, inconsciente casi. “Corruptio optimi pessima”,
es la corrupción de lo mejor, de la religiosidad, cosa que no tiene remedio,
como la sal que pierde su salinez. La hipocresía somera que pintó Moliere, por
ejemplo, es casi inofensiva. Tartufo es un vulgar estúpido. Lo otro es
mortífero. Cuando en la Iglesia ha salido un ramo de fariseísmo, Dios lo ha
curado, pero alguien lo ha pagado con su sangre, desde Cristo hasta Juana de
Arco, y hasta nuestros días. ¡El proceso de Bartolomé Carranza! ¡y el caso de
Jacinto Verdaguer! No digo que estos últimos no tuvieron sus defectos y faltas,
los tenían y aún grandes, como Savonarola; pero dieron la vida en el fondo por
repugnar al fariseísmo. Se entabla una
lucha trágica entre la moral viva y la moral desecada, entre la mística real y
a la “mística convertida en política”, que el hebreo alemán Max Scheler ha
estudiado bastante bien en una monografía bastante buena…cuyo título he
olvidado…!ha, sí! El conflicto trágico en la Moral. Justamente Max Scheler lo
estudia en Cristo. Vence la moral viva—hasta ahora y siempre; pero sucumbe el
que la lleva en sí como una vida y una pasión.
1 sobre la gran
apostasía ver II Tesalonicenses 2, 3-11
2 Lucas 18,8
3 Mateo 23, 2-3
4 3, 14-22
5 13, 11-18
6 11, 1-2
7 17 pass
8 I Juan
5,16
9 Mateo 27,
40-42
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